Félix Jiménez
Economista Ph.D.
Profesor principal de la
PUCP
En mayo de este año el PBI creció
en 6.5% y en el período enero-mayo creció en 5.8%. Después de la crisis internacional
de 2008-2009 la tasa de crecimiento del PBI llegó a un máximo de 12.0% en junio
de 2010, luego comenzó a desacelerarse generando una tendencia a la caída. Esta
tendencia continuará, sin duda, mientras la actual crisis internacional siga
prolongándose y agravándose. El gráfico muestra, precisamente, la fuerte
dependencia externa del crecimiento económico del país. La crisis asiática y
rusa de 1998-1999 desencadenó la recesión prolongada de los años 1998-2001, mientras
que el aumento de los precios de los minerales y la expansión de la economía
mundial dio lugar a un crecimiento sostenido que duró hasta el tercer trimestre
de 2008. La vulnerabilidad externa es, entonces, una de las características del
actual estilo de crecimiento primario exportador del país. Los productos primarios
siguen representando cerca del 77% del total de las exportaciones, al igual que
en 1980. La única novedad es que al interior de estos productos, los mineros
ganaron participación en los últimos años.
El crecimiento económico no
es inclusivo
La vulnerabilidad externa no es la
única característica de este estilo de crecimiento. El 79.3% del crecimiento de
los primeros cinco meses del año es explicado por los sectores Comercio y
Servicios. Si le agregamos el sector Construcción, los tres explican el 93.1%
del dicho crecimiento. Este patrón de crecimiento se reproduce desde los años
noventa. El 71.0% de la producción anual promedio del período 1990-2011 fue
explicado por los tres sectores. Además, el 72.4% del crecimiento del PBI de
1990 a 2011 se debió a los mismos sectores Comercio, Servicios y Construcción.
Lo que llama la atención es el
papel amortiguador que desempeñan estos sectores en períodos en los que se
desacelera o decrece la producción de la manufactura, la minería y la agricultura.
No solo siguen explicando el mayor porcentaje de la producción, sino que
lideran el crecimiento. Esto es lo que está pasando desde julio de 2010. En los
primeros cinco meses de este año el producto del sector agropecuario creció
3.5%, el del sector minero 2.2% y el del sector manufacturero cayó 0.8%; pero
los tres sectores (Comercio, Servicios y Construcción) crecieron a tasas
notablemente altas (entre 7% y 14%).
De otro lado, el conjunto de los
tres sectores dan trabajo al 58% de la PEA ocupada. Pero, se trata de un empleo
de baja calificación, con niveles de productividad reducidos y, por lo tanto,
con muy muy bajos ingresos. Los trabajadores del sector agropecuario –que
emplea al 30.7% de la PEA ocupada—también tienen estas características. En
estos cuatro sectores predominan los trabajadores independientes y las
microempresas. Según la información del INEI para el año 2010, el ingreso
promedio mensual de los trabajadores de las microempresas fue de solo 704.5
soles. En las áreas urbanas el ingreso fue de 797.4 soles y en las áreas rurales
de 465 soles.
Este estilo de crecimiento no
puede ser inclusivo porque genera y reproduce desigualdad. Durante los años
1990-2000 del fujimorismo, el salario real promedio fue equivalente a sólo el
37.2% del registrado en el año 1987. Este promedio se mantuvo en la práctica
durante los años 2001-2009. Por lo tanto, el crecimiento de las últimas décadas
no mejoró la capacidad adquisitiva de los trabajadores del sector privado ni
sus condiciones de calificación y de trabajo. Esto contrasta con el crecimiento
notable de las exportaciones reales per cápita y del crecimiento del PBI per
cápita que coincidió con el boom minero de los últimos ochos años.
El crecimiento es adicto a
importaciones
El actual patrón de crecimiento también
descuida el desarrollo del agro y de la industria manufacturera. Estos dos sectores
han perdido peso y liderazgo en la generación de la producción nacional, y también
han reducido su capacidad de generación de empleo. La ausencia de liderazgo de
estos sectores y la existencia de ingresos indignos para cerca del 80% del PEA
ocupada, indican que el crecimiento no se basa en ganancias sostenidas de
productividad y de competitividad.
La pérdida de importancia de estos
sectores ha generado un crecimiento espectacular de las importaciones reales.
Estas crecieron a una tasa promedio anual mayor que la del PBI: 7% durante
1990-2002 y 10% durante 2002-2011. La economía se ha hecho así más dependiente
de importaciones. El porcentaje de los bienes de consumo no duradero importados
respecto a la producción agrícola se multiplicaron por 2.5 y el de los bienes
de consumo duradero importados respecto a la producción manufacturera por 6.0.
Pero lo que más llama la atención
es el incremento de las
importaciones de insumos y bienes de capital en relación a la producción del
sector manufacturero: de un promedio de 40.7%
en el período 1970-1975 subieron a un promedio de 82.4% en el período 1990-2010.
Según información para los últimos años, este porcentaje supera el 100%: la
importación de insumos y de bienes capital es superior a la producción del
sector manufacturero.
A modo de conclusión
Los programas sociales no
cambiaron ni cambiarán el carácter excluyente, primario exportador y adicto a
importaciones de este modelo de crecimiento neoliberal. La agudización de la
crisis internacional y la prolongación del bajo crecimiento de la producción de
las principales economías del mundo, mostrarán más temprano que tarde sus límites.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 11 de agosto.
Félix
Jiménez
Economista
Ph.D.
Profesor
principal de la PUCP
En su
mensaje a la nación del 28 de julio, Ollanta Humala dijo: «luego de un año de
gestión, me reafirmo en lo medular de mi propuesta, y confirmo que hemos
comenzado a sentar las bases para la gran transformación que anhela la mayoría
de ciudadanos de nuestra patria». Y
¿cuáles son esas bases? Si para Humala son «los avances en el proceso de
crecimiento con inclusión social»; es decir, si es la continuación del
crecimiento acompañado de programas sociales, él debió decir, entonces, que
está mejorando las bases de la «gran» continuidad. Debió reconocer que está
siguiendo la ruta contra la que votaron la mayoría de ciudadanos que confió en
su candidatura.
El
elogio a su piloto automático
Los
programas sociales que gestiona el gobierno de Humala no son nuevos en su
concepción. El pueblo sabe que estos programas se idearon para compensar los
costos sociales de la imposición del modelo neoliberal durante el «fujimorato».
Humala
apeló a la Gran Transformación para justificar su continuismo frente a los
pobres. En el colmo de su enredo, Humala elogió a su «piloto automático» con el
circunloquio que «será un instrumento de inclusión social, capaz de administrar
el crecimiento económico para que llegue a todos los peruanos y que, por lo
tanto, ya no administrará la escasez y la pobreza». El gran instrumento para
ello, dijo, será la reforma del Sistema Nacional de Inversión Pública, para que incluya «en la inversión
pública la capacitación, la asistencia técnica, la asesoría de gestión y la adopción
de tecnología y, también, para que reduzca a la mitad del tiempo el proceso de
aprobación de proyectos».
Esa
reforma la debió haber hecho Castilla cuando era viceministro de García, sin
herir para nada el modelo económico neoliberal. Pero los «ciudadanos de nuestra
patria» sabemos que en el tema fiscal, el gobierno de Humala decidió por una
orientación conservadora y mediocre. Aceptó que su ministro le recortara
groseramente las metas de las políticas sociales y que así terminara el 2011
con un superávit de 2.0% del PBI (9,077 millones de soles). Este mismo
ministro, que según Humala hará que el «crecimiento económico llegue a todos
los peruanos», ha generado en el gobierno central, entre enero y mayo de este
año, un superávit de 12,832 millones de soles (28.6% más del que generó en el
mismo período en 2011 cuando era viceministro de hacienda de Alan García).
Este ministro parece haber convencido a
Humala de que el abultado monto de superávit constituye una fortaleza para
enfrentar los efectos de la crisis internacional. Y probablemente este es el
mismo ministro que le ha dicho a Humala que «en lo que va del año se ha
recaudado por el gravamen minero S/ 1,246 millones». Según el Reporte de Inflación del Banco Central,
se habían recaudado S/. 458 millones en el primer trimestre, lo que quiere decir
que en tan solo cuatro meses –de abril a julio-- se habría recaudado un
adicional de S/. 788 millones. Según el mismo Reporte de Inflación, en el cuarto trimestre de 2011 se recaudaron,
por el mismo concepto de gravamen, S/. 265 millones. Humala nos dijo en su
mensaje que estima al término del primer año de vigencia del gravamen –es
decir—en setiembre de este año--, el Estado se beneficiaría con una cifra
aproximada a 3000 millones de nuevos soles». Humala le ha dicho al país,
entonces, que en los próximos dos meses –porque la ley del Gravamen entra en
vigencia a fines de setiembre de 2011—se recaudará nada menos que un adicional
de S/. 1,754 millones. ¿Será esto posible?
El modelo económico que gestiona el
piloto automático
Humala ofreció
cambiar el modelo económico neoliberal. Pero una vez elegido con nuestros votos
como presidente, decidió solo administrar ese modelo económico que beneficia al
Perú Oficial; que reproduce las condiciones de desigualdad del Otro Perú constituido por los
trabajadores del campo y la ciudad, por lo pequeños y micro empresarios, y por
los informales; y, que impide culminar la construcción de la nación.
El
crecimiento económico de 6.9% en 2011 y de 6.0% en el primer trimestre de este
año se debe fundamentalmente al crecimiento de la construcción, del comercio y
de los servicios. Estos tres sectores son de baja productividad, y en ellos se
encuentra el mayor porcentaje de empresas «de 1 a 10 trabajadores» y donde los ingresos
ascendían, en promedio, a 705.6 soles al mes en el año 2010.
En el año
2011 la economía habría crecido sólo 4.3%, si los sectores construcción, comercio
y servicios se hubieran mantenido estancados. Estos tres sectores juntos
crecieron a la tasa de 7.9%. La situación empeora en lo que va del año: la
producción de los sectores, primarios y manufacturero, se desacelera
notoriamente en un escenario internacional incierto y de estancamiento
económico. El crecimiento del primer trimestre de este año fue de 6.0%; pero
habría sido de sólo 0.3% de no haber aumentado la producción de la
construcción, el comercio y los servicios, en los que se ubica el 62.3% de la
PEA ocupada. Estos sectores, que además explican el 71% de la producción (según
la información del año base que usa el INEI), crecieron 8.2% en el primer
trimestre de este año.
A
modo de conclusión
El modelo
neoliberal que reproduce un alto porcentaje de la PEA de baja productividad y
de bajos ingresos, sigue en piloto automático y este
piloto no avizora sus límites. ¿Sabrá Humala que este no es el modelo de economía nacional de mercado, abierta al
mundo?
Publicado en el Diario La Primera el sábado 4 de agosto
Juan Jiménez, el nuevo presidente del
consejo de ministros del gobierno de Humala, ha dicho que el gabinete que encabeza
será «el gabinete del diálogo, el que va a pretender acercarse al pueblo para
nuevamente reencontrarse con él». Esta anunciada vocación democrática es
esperanzadora. Aunque no será el gabinete de la transformación que el país
requiere, podría ser el gabinete que respeta –según ha dicho el nuevo premier—
los derechos de la gente, como el derecho al agua. El agua –dijo refiriéndose a
las actividades extractivas— será primero y «es ya una política esencial».
¿Ha renunciado Humala a su gestión
autoritaria y antidemocrática?
El diálogo en política no solo
significa escuchar, sino también ceder tomando en cuenta los puntos de vista
del otro. Pero me temo que el diálogo no es precisamente lo que caracteriza al
liderazgo de Ollanta Humala. El presidente socavó el activo más importante que
tenía como nuevo líder político: su relación de confianza con el pueblo.
Recuérdese que el 16 de noviembre de 2011, a escasos 111 días de iniciado su
gobierno, tomó partido por el proyecto Minas Conga y rompió toda posibilidad
del diálogo con los líderes de la protesta cajamarquina cuando dijo: «Conga va y no acepto ultimátum de nadie».
Además, olvidando todas sus promesas de cambio, afirmó: «El Perú vive hoy, fundamentalmente, de la
minería» y, sin duda pensando en sus programas
sociales, se preguntó: ¿pero
de dónde va a salir la plata?
Su renuencia al diálogo fue pertinaz. Hace tan solo 26 días (el 2-7-2012) refiriéndose otra vez a la
protesta contra el proyecto Conga afirmó: «Simplemente tengo que señalar que
acá tenemos que respetar la propiedad, justamente este es uno de los principios
de nuestra democracia y quien no lo haga tendrá que atenerse a las consecuencias». Veinticuatro horas después se
reprimió la manifestación del pueblo de Celendín con un saldo de tres muertos,
20 heridos y 15 detenidos.
Humala ha dañado su credibilidad como
líder democrático y defensor de los derechos ciudadanos, con su autoritarismo,
con los estados de emergencia y la criminalización de la protesta social. Los que adherimos al proyecto nacionalista y
elaboramos el plan La Gran Transformación
y la Hoja de Ruta, lo hicimos convencidos
de que teníamos que cambiar la manera de hacer política para fortalecer la democracia; convencidos
de que nuestra conducta política tenía que basarse en la justicia y en el
respeto a los derechos del pueblo; y, seguros de la necesidad de transformar la
economía para integrar el país, diversificando su capacidad productiva, haciéndola
menos dependiente de las actividades extractivas, y creando empleos de calidad con
mejores ingresos para los trabajadores.
El gusto por el piloto automático
Humala ha optado por el piloto
automático en la economía, por la continuidad del modelo económico. En la Hoja de Ruta se proponía cambiarlo por
otro con inclusión social y mejor distribución de la riqueza, mediante reformas
–emprendidas desde el Estado—orientadas a desarrollar mercados internos,
expandir la inversión privada nacional, diversificar la capacidad productiva y desarrollar
la competitividad.
Las reformas más importantes abandonadas
por Humala, son: a) Inversión en infraestructura para la integración física del
territorio y la consiguiente expansión e integración de los mercados internos;
b) Desarrollo del mercado de capitales en moneda local para el financiamiento
de la inversión privada nacional y su apertura a las MYPES y PYMES; c)
Desarrollo de la agricultura y de la agroindustria sobre la base de la pequeña
y mediana producción, con líneas de crédito para inversión y capital de trabajo
fundamentalmente a través del AGROBANCO (con sistemas de garantías y seguro
agrario); d) defensa de la agricultura de las prácticas de posición de dominio
y de la competencia desleal de las importaciones de productos subsidiados; e) Aprovechamiento,
social y ambientalmente sostenible, de nuestros recursos naturales, generando
industria y cadenas productivas; y, f) Revolución
educativa y desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación. Con estas reformas
aumentaría la productividad y se diversificaría la inversión privada nacional.
Impulsar la ciencia, tecnología e
innovación es fundamental para la diversificación productiva y la generación de
valor agregado con contenido tecnológico. Fue una promesa destinar el 1% del
PBI al desarrollo de la ciencia y tecnología, y crear un ministerio como parte
de una reforma integral del sistema de ciencia, tecnología, innovación y
competitividad. Pero el gobierno ha optado solo por reorganizar CONCYTEC y
transferirlo a la PCM. Esta visión administrativista de la competitividad pertenece
al ministro Castilla. Su exclusiva creencia en el libre
comercio y en la inversión extranjera --que hoy se dirige básicamente a la
minería--, es consistente con la opción por el piloto automático.
A modo de conclusión
Ahora hay consenso en que el
estancamiento de la economía mundial será prolongado y en que la contracción de
la demanda externa y la caída de los precios de los metales, afectarán el ritmo
del crecimiento económico del país. Este escenario es propicio para cambiar el
actual estilo de crecimiento y situar su fuente en los mercados internos. Pero,
para que esto sea posible, y aumente la productividad y la competitividad, es
necesario no solo mejorar la calidad del
gasto público, sino emprender las reformas mencionadas anteriormente.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 28
Félix Jiménez
Economista Ph.D.
Profesor Principal de
la PUCP
Recientemente
el presidente Humala ha vuelto a plantear la necesidad de industrializar el
país. Ha dicho, por ejemplo, que el gran reto de su gobierno es encontrar un
«equilibrio entre las actividades extractivas no renovables y las
industriales». Al presidente de Loreto le dijo que para terminar con la
dependencia del canon que percibe por la explotación del petróleo, es preciso
«que se desarrollen actividades productivas alternativas». Está repitiendo lo
que decía en la campaña electoral: «no hay ningún país que sea desarrollado
solo con materias primas». ¿Pero sabrá que el desarrollo industrial y la
diversificación productiva requieren de ciertas condiciones que los
responsables de la política macroeconómica que él eligió, no entienden?
La
política cambiaria actual es contraria al desarrollo industrial
Para
desarrollar industria en el marco de una economía abierta, es necesario contar
con un tipo de cambio real, estable y competitivo. Este es el instrumento
idóneo que debe sustituir al uso de los aranceles. Pero el presidente del Banco
Central ratificado en el cargo por Humala, está castigando a los productores de
bienes transables haciéndoles perder competitividad, al permitir la caída
sistemática del tipo de cambio real. En los últimos 11 meses el tipo de cambio
real multilateral ha disminuido 9.6% y el tipo de cambio real bilateral 3.9%.
Este último ya había caído 19.7% entre julio de 2006 y julio de 2011. La caída
del tipo de cambio obviamente solo favorece el desarrollo de las actividades
extractivas.
Cuando
baj el tipo de cambio real se abaratan las importaciones que son casi todas de
productos manufacturados. Este abaratamiento no solo agrava el escaso
desarrollo industrial de la economía al favorecer la penetración de
importaciones, también acrecienta la dependencia de la economía por bienes
importados. En 1975, año que precede a la crisis del proceso de industrialización
sustitutiva de importaciones, los bienes de capital representaban el 22.8% de
la producción manufacturera. Este porcentaje subió durante el fujimorato hasta 31.8% en 1997 y a 44.3% en los años 2008-2011.
El porcentaje de la importación de insumos respecto de la producción
manufacturera también creció significativamente: de 33.6% en 1975, pasó a 38.9%
en 1997 y a 68% en los años 2008-2011. Las importaciones de insumos y bienes de
capital ahora superan al monto de la producción manufacturera. También aumenta
de manera espectacular el porcentaje de las importaciones de bienes de consumo
respecto a la producción agrícola: de 11.1% en 1975, pasó a 40.9% en 1997 y a
51.3% en 2008-2011.
Salarios
reales estancados y agricultura atrasada
El
otro requisito es la existencia de mercados internos dinámicos. La fuerte
dependencia de importaciones que acabamos de describir constituye un escenario
adverso al desarrollo de la agricultura y de la industria. Este escenario se
agrava con la existencia de una PEA ocupada que en su inmensa mayoría percibe
salarios miserables: el 74.5% de los ocupados se encuentran en empresas de «1 a
10 trabajadores» donde el ingreso promedio, en es de 705.6 soles mensuales. De
otro lado, el actual salario real promedio representa el 27.7% de su valor real
registrado en 1973-1975 y el 37.1% de su valor real de 1960. El sueldo real
promedio del sector público está peor: equivale al 12.4% de su valor real de 1973-1975
y al 11.8% de su valor real de 1960. Esta es la razón por la cual el brazo
administrativo del Estado sufre de desnutrición crónica de conocimientos y
calificaciones.
¿Ollanta
Humala sabrá que los que perciben estos salarios no pueden ser parte de un
mercado interno dinámico que el desarrollo industrial requiere? Recuérdese que
ha dejado que sus ministros posterguen el segundo tramo de aumento del salario
mínimo. Este salario se introdujo en 1962 como instrumento de política de
ingresos precisamente durante el proceso de industrialización por sustitución
de importaciones.
Finalmente,
se ha descuidado la agricultura. Participa solo con el 8.5% en la generación
del PBI y con 30.7% del empleo, y su productividad representa solo el 28.9% de
la productividad media. A pesar de su atraso, el aumento del empleo y de los
ingresos que acompaña al crecimiento económico no genera presiones al alza de
los precios de sus productos, porque estas se neutralizan con las
importaciones. Por ello un prerrequisito para una rápida industrialización, es
el crecimiento y desarrollo de la agricultura sobre la base de mejoras en su
productividad.
A modo de conclusión
El actual
estilo de crecimiento --que es anti industrialista--, está acompañado por un aumento del empleo no
calificado de la variedad que Kalecki llamaba de «picos y palas». El PBI per cápita y los salarios reales promedio crecieron durante
el período de industrialización hasta alcanzar un máximo en los años 1973-1975,
después siguieron una tendencia decreciente hasta el año 1993 (véase gráfico). Las
exportaciones reales per cápita
también siguieron un comportamiento parecido. Lo que ocurrió después revela que
el estilo de crecimiento (pro exportador) se apoya en el estancamiento de los
salarios y descuida, por lo tanto, el desarrollo de los mercados internos. Entre
1993 y 2009 las exportaciones y el PBI crecen a las tasas promedio anuales de
6.5% y 3.6%, respectivamente; mientras los salarios crecen a la tasa
insignificante de 0.4% promedio anual.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 21.
Félix Jiménez
Economista Ph.D.
Profesor Principal de la PUCP
Para los economistas especializados en temas de
desarrollo (Kalecki, Rao y otros), la escasez de bienes de capital y la
existencia de un sector agrícola atrasado --que concentra un porcentaje
importante de la PEA ocupada de bajísima productividad y calificación--, son
los factores que limitan el crecimiento y modernización de la economía. La
existencia de subempleo y la escasez de oportunidades de empleo no se originan,
según estos autores, en la insuficiencia de demanda efectiva, como, se supone,
ocurre en los países desarrollados, sino en la insuficiencia de oferta
efectiva. Así, todo impulso de la demanda, mediante por ejemplo la política
fiscal, se traduciría en inflación más que en un aumento de empleos e ingresos,
aumento que usualmente acompaña al crecimiento en los países desarrollados.
La reformulación de la hipótesis del subdesarrollo
Las características de la economía peruana de las
últimas décadas, permiten reformular esa hipótesis del subdesarrollo. La
carencia de un sector productor de bienes de capital y la existencia de un
sector agrícola atrasado, siguen siendo las características de su
subdesarrollo. Pero, el grueso de la PEA ocupada no calificada y de baja
productividad ya no se concentra en el
sector agrícola, sino en el sector terciario de comercio y servicios, a los que
se suma la construcción. La economía crece con salarios reales estancados, impulsada
por la demanda externa y los altos precios de los minerales, no requiere de
aumentos sostenidos de mano de obra calificada, y las presiones inflacionarias
asociadas al incremento de la demanda se
neutralizan con importaciones. El límite al crecimiento no se encuentra
entonces en la insuficiencia de oferta efectiva sino en la cuenta corriente de
la balanza de pagos.
El escaso desarrollo industrial ha dado lugar a
una fuerte dependencia de bienes de inversión importados que reproducen una estructura
productiva funcional al modelo de crecimiento primario exportador dependiente
de los mercados externos. Persiste el problema de orientación de la asignación
de las inversiones, que coexiste con mercados internos reducidos y poco
dinámicos.
En este tipo de economía, la creación masiva de
empleos es fundamentalmente de la variedad que Michal Kalecki denominaba de «picos
y palas», es decir, que demanda muy poco equipamiento de capital por trabajador
y que no requiere de calificación como es el caso de los trabajadores de la
construcción y de algunas actividades industriales y de servicios. En términos
de composición del empleo, esto significa la concentración del empleo en las
actividades de baja productividad como el sector terciario (comercio y
servicios) y la construcción. Este estilo de
crecimiento descuida por lo tanto a la industria y a la agricultura.
La orientación exportadora de la producción y
sus límites
Las políticas neoliberales no han
generado un proceso de modernización y diversificación de la capacidad
productiva. En el marco institucional de la economía peruana actual, las
inversiones se dirigen hacia las actividades de alta renta natural y/o con
mercados cautivos, y donde las ganancias de competitividad internacional se
logran con el abaratamiento de los costos salariales. Las inversiones,
entonces, reproducen la estructura productiva poco diversificada,
predominantemente de servicios de baja productividad que coexisten con una
agricultura atrasada en el mundo rural. Por lo tanto, dada la estructura
productiva poco diversificada, los aumentos de demanda se satisfacen con importaciones.
El límite al crecimiento, entonces, no proviene de la existencia de una oferta
inelástica de producción interna, sino de la cuenta corriente de la balanza de
pagos.
El crecimiento se sostiene por el incremento
notable de las exportaciones mineras que hoy aprovechan los altos precios de
las materias primas en los mercados internacionales. Se trata, sin embargo, de
un estilo de crecimiento que no constituye una solución de largo plazo a los
problemas estructurales de la economía.
Cuando se termine la bonanza de los términos del intercambio y se
reduzca sustancialmente la demanda internacional por nuestros productos,
la crisis económica peruana será la expresión de la flagrante contradicción
entre su estructura productiva poco diversificada y la incapacidad de sostener
el ritmo de las importaciones para impedir la desaceleración del crecimiento
económico.
A modo de conclusión
El crecimiento dirigido por las
exportaciones ha estado en el centro del debate sobre las políticas del Consenso
de Washington. Su énfasis en la exportación y la liberalización comercial ha
dañado a los países en desarrollo de varias formas. Primero, ha dejado de lado
el desarrollo de los mercados internos. Segundo, ha puesto en competencia a los
países en desarrollo para ofrecer las mejores oportunidades a la inversión
extranjera (race-to-the-bottom).
Tercero, ha generado conflictos entre los trabajadores de los países en
desarrollo y los países industrializados. Y cuarto, ha dañado la economía
global creando un ambiente de exceso de capacidad y deflación. Cuando esta
estrategia se aplica a nivel global, hay peligro de obtener resultados del tipo
beggar-the-neighbor (empobrecer al
vecino): todos tratan de crecer respaldados por la
expansión de la demanda en otros países, y el resultado es, como dice Palley,
un exceso de oferta y deflación globales.
Publicado en el diario La Primera, el sábado 14 de julio
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