Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen» (Evangelio de la Misa). En el Apocalipsis se dice que el Señor es el pastor de los santos y que los conduce hacía la felicidad (cfr. Ap. 7, 9s: Primera lectura). Jesús con ...
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"FORO DE MEDITACIONES" - 5 new articles

  1. EL BUEN TAXISTA
  2. LA POLIGAMIA
  3. HARAMBE
  4. ACONCAGUA
  5. PESCADORES
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EL BUEN TAXISTA



Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen» (Evangelio de la Misa).

En el Apocalipsis se dice que el Señor es el pastor de los santos y que los conduce hacía la felicidad (cfr. Ap. 7,9s: Primera lectura).

Jesús con su voz nos indica el camino, pero como pastor también nos lleva personalmente hasta el sitio mismo. Además, en el caso de que lo necesitemos, no le importa subirnos a sus hombros.

Nos viene a la cabeza la figura del Buen Pastor con una oveja que lleva alrededor del cuello. La lleva de la misma manera que un padre lleva a su hijo pequeño, cuando algunas veces sale de paseo.

Dios cuida especialmente de nosotros, que somos sus hijos. Y si confiamos en el Señor tendremos siempre paz.

Por eso, los acontecimientos de nuestra vida hay que preverlos con mucha esperanza. El Señor nos ha protegido hasta este momento y cuidará también de nosotros en todas las ocasiones.

Él nos llevará. ¿Por qué vamos a temer? Dios nos ha asegurado que todo contribuye al bien de los que le aman. Pues el mismo Padre que nos cuida hoy, nos cuidará mañana.

Y si en nuestra vida viene algún mal, nos dará también el valor para soportarlo.

Por eso hemos de permanecer siempre en paz, y arrancar de nuestra imaginación lo que pueda angustiarnos y decir con frecuencia a Nuestro Señor: «Confío en ti» ¿Qué puede temer un hijo en brazos de semejante Padre?

Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos, y sin están junto a su Padre siempre serán fuertes. Si lo hacemos estaremos continuamente en paz.

Eso nos ocurrirá si confiamos en Dios de un modo pleno, invariable. Pero los medios para servir al Señor hemos de desearlos serenamente y sin aferrarnos a ellos. Porque podría pesar que en un momento determinado Él nos impidiera utilizarlos, y entonces nos sintiésemos muy afectados.

«Señor, yo, lo que Tú quieras. Lo que Tú quieras»

Hace unos días me dijo un taxista:

–«Aunque no se lo crea, yo cuando salgo de mi casa le digo al Señor: conduce Tú».
   

LA POLIGAMIA

  En el Evangelio, el Señor habla de que el matrimonio es de un hombre y una mujer.

Y, además de uno con una, es para toda la vida. Porque lo que Dios une el hombre no puede separarlo.

Un católico puede pensar que es normal tener 4 ó 5 mujeres a la vez.

En occidente, esto nos parece extraño, pero aquí también hay bastantes católicos que viven la poligamia desde su juventud.

Un sacerdote africano, me comentó una vez que estaba sorprendido de la poligamia española.

Efectivamente, también los sacerdotes de aquí nos damos cuenta de que hay bastante poligamia. Sobre todo entre la gente de menos de 30 de años.

Es normal que antes de haber hecho el contrato matrimonial, los hombres de occidente hayan tenido varias mujeres.

No es una poligamia simultánea, sino sucesiva. No es a la vez, sino sucesiva en el tiempo. Esa la diferencia entre la poligamia africana y la poligamia española.

Sucede con bastante frecuencia, entre la gente joven, que conoce a un chico o a una chica, se declaran y a partir de ese momento ya viven como marido y mujer.

Tienen detalles de afecto que yo no he visto que tuvieran mis padres delante de mí, porque los reservaban para el matrimonio.

Hoy suele ser normal que un chico de 17 años y una chica de 16 vivan como si estuvieran casados, aunque se vean solo los fines de semana.

Con el aliciente de que no tienes gastos de comunidad, colegios, ni de agua ni de electricidad.

Y así pueden vivir, con varias o con varios sucesivamente, hasta que ya hacen el contrato matrimonial que, como es lógico, no tiene por qué durar para siempre.

Los curas cuando hablamos con una chica o chico, que llevan año y medio saliendo, estamos tentados de preguntar: Bueno, ¿qué tal tu marido?

Por eso ya no se habla ni de novio, ni de marido y mujer, sino de relación de pareja, un término que engloba todo, porque en realidad todo es lo mismo.

Hoy en día la pareja ha dejado de ser sólo una institución benemérita, también porque hay guardias civiles que están casados.

En el Concilio Vaticano II, algunos obispos europeos pidieron que el celibato fuera opcional para que se pudieran casar los sacerdotes que quisieran.

Ante esto, los obispos africanos se opusieron en masa porque allí el celibato se ve como un milagro.

Y así es, el celibato, seas sacerdote o soltera hay que pedirlo porque es un don de Dios.

Os aconsejo pedírselo a la Virgen cada noche rezando tres Avemarías.
   

HARAMBE


EL CIELO EN LA TIERRA

El Señor, a una persona muy santa del siglo pasado le dijo lo siguiente: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Esto sería el cielo en la tierra. Que todos estuviéramos contento y unidos.

El marxismo intentó hacer un cielo en la tierra y no lo consiguió. Para eso construyeron muros, que aislaban los «paraíso comunistas» del resto del mundo.

Hace unos días llamé para felicitar a una sobrina. Y lo que pasa con estas, estaba en Berlín con unos amigos, y le dije:

-¡¡¡Qué estás en Berlín!!!!

-Sí es que hemos pillado uno de esos vuelos baratos. Respondió.

-¿Oye? le dije, mándame un trozo de muro.

-Sí, sí, te lo voy a mandar.

Yo pienso que habría bebido alguna cerveza, porque la vi más contenta que nunca. Por supuesto sin pasar del punto.

Después de una semana, me llegó una postal desde Alemania con un trocito de muro de Berlín.

Estaba metido en una cajita incrustada en la postal. La verdad es que los alemanes han hecho del muro una reliquia.

En la postal, me decía mi sobrina:

-Querido tío ahí tienes tu trocito de historia.

Lo comunistas quisieron aislar su mundo del de occidente. Aquello era como una cárcel: se podía entrar pero no salir. Muchos se pasaban a nuestra zona jugándose la vida. Muchos murieron.

Era el muro de la vergüenza, o también llamado Telón de acero. Dentro de los muros no te podías fiar de nadie, había escuchas telefónicas y, además tu propia familia y vecinos te podían delatar y condenarte por antirrevolucionario.

La gente estaba triste. Había museos sobre el ateísmo, en vez de religiosos. Querían inculcar a la gente desde pequeños que se podía vivir sin Dios. Fue un auténtico fracaso.

Ahora en Rusia y en los países satélites hay un florecimiento espiritual. Me decía un sacerdote rumano que, en su país, la religión está de moda. Y esto ocurre en muchos países del este.

Yo conservo la postal del muro de Berlín como una reliquia que me recuerda lo que le dijo el Señor a esa persona santa: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Los cristianos conseguiríamos que el cielo se hiciera presente en la tierra si viviéramos como nuestro Señor. Pero hemos de empeñarnos todos a una.

Decía Juan Pablo II: construyamos puentes, no muros de separación.

TODOS A UNA

Porque la tendencia de la gente es la de ser exclusivistas. Separarnos de los demás e ir por libre está muy generalizado.

A veces, ni siquiera nos gusta el bien que hacen los demás, incluso lo criticamos.

Inconscientemente, algunos piensan que el bien no es bien si lo hace otro. Y el mal no es tan malo si lo hago yo.
–¡Cómo va a ser pecado esto si lo he hecho yo!

Criticamos el mal que hacen otros y justificamos el nuestro.
Una persona que trabaja en una ONG, me contaba el otro día que, estando en el norte del Congo, en una zona de pigmeos, fue a un dispensario médico.

Allí vio a una señora con su hijo recién nacido. Para tener un detalle con ella, le preguntó cómo se llamaba el niño.

La madre le respondió con un nombre en lingala, una de las lenguas del país.

Al oír el nombre, le preguntó: -Y eso ¿qué significa?

-Significa: “Siempre habrá alguien que te critique aunque hagas el bien”.

MIRAR O AYUDAR

En esta tierra todo lo que hacemos influye en las personas.

Y, lo que más desune, a veces, son los pensamientos y las críticas. Hay quienes van a un sitio y siempre ven lo negativo: las manchas.

En ocasiones hay personas que siempre ven pegas en lo que se les ocurre a los demás.

En vez de impulsar las opiniones de otros, ven siempre inconvenientes. Parecen jueces o fiscales, pero no madres. Así consiguen que nadie aporte nada.

Pero Jesús no vino a juzgar sino a ayudar. Y así también los cristianos.

Pero también hay otra forma de vivir, que es pasiva: mirar, sólo mirar, e ir a lo nuestro.

SI NO ES MI ENEMIGO ES MI AMIGO.

Es curioso, pero algunos suelen pensar que el que no es amigo es enemigo.

Para el Señor es al revés: si no es mi enemigo, tiene que ser mi amigo.

El Evangelio habla de un apóstol que se molestó porque uno, que no era discípulo de Jesús, hacía milagros (cfr. Evangelio de la Misa).

Eso también pasó siglos antes, cuando hubo quien se enfadó porque varias personas que no estaban con Moisés recibían dones especiales de Dios.

Y Moisés, con sentido común, se alegró que aquellos recibieran esas gracias del cielo.

Por eso dijo: Ojalá todo el mundo profetizara. No había que desconcertarse porque otros hicieran el bien (cfr. Primera Lectura de la Misa).

Nos parece que lo nuestro es lo mejor. Si lo propone otro, en cierta forma nos molesta, porque lo bueno es lo que se me ocurre a mí.

Al final, con esa actitud, en torno a nosotros creamos un muro. Quizá con nuestras reliquias podrán hacer postales.

Sin embargo, el Señor nos dice: difunde la alegría por donde quiera que pases.

Porque, detrás de la alegría, está el pegamento más fuerte:

SUPERGLÚ

San Josemaría, estaba viendo una película de cine que protagonizaba Ingrid Berman.

Trataba de unas chicas que estaban en una ONG trabajando en una misión en un país pobre.

Como tenían bastantes dificultades, acabaron peleadas unas con otras.

En el intermedio, a los que tenía a su lado, san Josemaría comentó: -Eso les pasa porque no tienen al Señor en la Eucaristía.

Nosotros tenemos a Jesús aquí. Y donde está Él, está la alegría y la unidad.

Porque la Eucaristía es el Sacramento del Amor. Y la virtud cristiana de la Caridad, del cariño, es el mejor superglú.

Si tenemos dificultades unos con otros, tenemos que venir al sagrario. El Señor quita los muros, es un ingeniero que hace puentes que parecen imposibles.

Por eso Jesús, en un momento importante, en la Primera Misa, pidió que todos fuéramos uno.

La unidad de unos con otros se realiza en la Eucaristía, en la común-unión.

TODOS A UNA

Si queremos hacer el cielo en la tierra, hemos de vivir la caridad que es lo que une.

En Kenia hay una palabra que expresa justamente esto, significa Todos a una. En suagili es Harambe. En castellano diríamos Fuenteovejuna.

Un chico universitario cuenta su experiencia de un viaje a Kenia.

Un día fue con otros voluntarios a un hospital que tienen allí las monjas de la Madre Teresa de Calcuta.

Leo sus impresiones. Al llegar al sitio noté un contraste fortísimo entre las hamacas llenas de niños enfermos y lloriqueando, con los limpísimos trajes blancos y azules de las Hermanas de la Caridad, que rebosaban alegría.

Yo me quedé bloqueado en mitad de la habitación. Nunca había visto nada igual.

Mis compañeros universitarios se pusieron en seguida a trabajar siguiendo las indicaciones de las hermanas.

Entonces, una monja me preguntó en inglés:

–¿Has venido a mirar, o quieres ayudar?

Sorprendido por la pregunta tan directa, le contesté muy cortado:

–A ayudar...

Entonces me dijo esta hermana de la caridad:

–¿Ves a ese niño de allí, el del fondo que llora?

Lloraba mucho, pero sin fuerza.

–¿Cuál? ¿ése? (le dije señalándolo).

–Sí. Pues tómalo con cuidado y tráelo. Lo bautizamos ayer.
Lo cogí y lo noté con bastante fiebre. El niño tendría un par de años.

Habría que ver la pinta que tendría este chico universitario cogiendo un niño africano, sin saber muy bien qué hacer con él.

Por eso la monja, que se dio cuenta, le dijo:

–Ahora dale todo el cariño que puedas...

–No entiendo... (le respondió).

(La verdad es que para un hombre es una situación un poco curiosa, porque no somos precisamente unos máquinas de la ternura).

Por eso, la hermana le volvió a repetir:

–Pues, que le des todo el cariño del que seas capaz… A tu manera...

(Y, sigue diciendo el chico):

-Entonces, me dejó con el niño.

Le canté, le besé... dejó de llorar, me sonrió, y se durmió...

Al cabo de un rato busqué llorando a la hermana:
–Hermana: no respira...

La monja certificó su muerte. Y me dijo:

–Ha muerto en tus brazos... Y tú le has adelantado quince minutos, con tu cariño, el amor que Dios le va a dar por toda la eternidad.

Entonces entendí tantas cosas: el cielo, el amor de mis padres, el amor del Señor, los detalles de afecto de mis amigos...

Mi viaje a Kenya supuso un antes y un después en mi vida.
Ahora sé que todos tenemos "kenyas" a nuestro alrededor para tratar con cariño a los que están a nuestro lado.

Esto también nos lo dice el Señor a cada uno de los que estamos aquí.

La Virgen, que es la mejor alumna de Jesús, es lo que hizo durante toda su vida.

Y esto es lo que tenemos que hacer todos a una: Harambe.
   

ACONCAGUA


 

DE ALTO RIESGO

Tengo un amigo alpinista que entre otras cosas ha escalado varios seis miles. Normalmente esto no se puede hacer en la vida diaria, en la que se sube sólo en ascensores.

Pero el que quiera ser cristiano de verdad también tendrá una existencia emocionante. Quizá se le acusará de llevar «una vida distinta a los demás», y para algunos resultará un personaje «incómodo» (Primera lectura: Sb 2,17-20).

EL ARNÉS DE DIOS

La vida cristiana es una aventura en la que vamos siempre asegurados por Dios. Dice el Salmo que «el Señor sostiene mi vida» (cfr. 53: responsorial de la Misa). Si vamos sujetos a Él no tenemos que preocuparnos.

EN LA ALTA MONTAÑA

En la alta montaña es muy peligroso funcionar por libre: no es del espíritu montañero ir cada uno a su bola, eso es para el tenis.

El Señor nos pide que nuestra actitud no sea la del que quiere hacer su voluntad a toda costa, sino la del que sirve a los demás, haciendo el querer del otro más que el nuestro (cfr. Evangelio de la Misa: Mc 9, 30-37).

PELEAS POR EL MANDO

Suele pasar en algunas excursiones de medio pelo, que la gente se suele enfadar porque algunos quieren que los demás sigan su plan.

Pero Jesús enseña a sus discípulos que quien quiera ser grande ha de adaptarse a los otros. En la vida diaria esto es heroico: es como una pequeña esclavitud.

ADAPTARSE A OTROS

Uno de los Apóstoles, Santiago, nos habla de cómo tiene que ser el corazón del cristiano: sin la codicia del que busca sus intereses por encima de todo (cfr. 3,16-4,3).

Para los que no siguen a Jesucristo cualquier medio es válido con tal de hacer lo que uno quiere, porque se consideran unos expertos.

Los cristianos, sin embargo, debemos considerarnos siempre principiantes, como niños.

SIEMPRE INEXPERTOS

Algunos toman esta actitud cristiana de considerar superiores a los demás como una debilidad o como una rareza.

Piensan que lo emocionante es mandar, gobernar, imponer, pero lo verdaderamente apasionante es querer a los demás.

Porque al final nuestro Aconcagua consiste en escalar la montaña que subió el Señor al dar la vida por los demás.
   

PESCADORES


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Dios nos ha elegido antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos (cfr Efesios1, 3-10: segunda lectura).


Esto significa que también hemos recibido la misión de ser apóstoles. Igual que los antiguos profetas (cfr. primera lectura: Amós, 7, 12-15)


Los cristianos, lo mismo que los apóstoles hemos recibido una Llamada universal al apostado (cfr. Marcos 6, 7-13).


Jesús durante tres años fue formando a aquellos Doce, que a la vez eran amigos suyos, aunque no todos perseveraron. 


El Señor no abandonó a ninguno, y siempre trató a sus Apóstoles con confianza, aún sabiendo que, en concreto uno le estaba traicionando.


Es cierto que la mayoría no fueron fieles en el momento duro de la Cruz. Porque todavía no estaban preparados. Incluso Simón, el que iba a gobernar la Iglesia. Pero pasado el tiempo estos amigos de Jesús dieron la vida por Él. 


El Señor quiere que nosotros también demos la vida por los demás con nuestro ejemplo y nuestra palabra.


Santa Teresa, con mucha simpatía dice que, le daba más devoción, y ternura, los que convirtieron almas  más que  los martirios: Pareciéndome que precia [Dios] más un alma que por nuestro ingenio y oración le ganásemos…, que todos los servicios que le podemos hacer. 


   

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