Conoce
por qué en la alabanza del "Santo" que se canta en Misa se menciona
"los cielos". Por: Carlos Zapata | Fuente: Desde la Fe
Tanto “el cielo” como “los cielos” se utilizan para designar el
firmamento (cf Sal 19, 2), aunque también para referirse al “lugar” propio de Dios, y es lo que mencionamos al
saludar a “Nuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,
16; cf Sal 115, 16), según la enseñanza del Catecismo de la
Iglesia Católica (CIC, 326).
Así, implica de igual manera el “cielo”, que es la gloria escatológica. Además, el
término hace alusión al “lugar” de las
criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios.
De igual modo, mencionarlo en
plural hace referencia a la totalidad y a la plenitud. Por ello, los
evangelistas usan indistintamente la mención al Reino de Dios como una frase
equivalente al «Reino de los Cielos», pues
Dios es “el Creador del cielo y de la tierra”.
Y tal como señala el Símbolo
Niceno-Constantinopolitano: Dios es creador “…de
todo lo visible y lo invisible”. Pero, hay más. La comunión de vida y
amor con la Santísima Trinidad, la Virgen María, los ángeles y los
bienaventurados también coincide con la designación de “cielo”.
Por ello, es considerado el fin último “y la
realización de las aspiraciones más profundas del hombre”, así como su
estado supremo y definitivo de dicha.
“CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA”
Sobre
este tema, enseña san Ambrosio (Expositio evangelii secundum Lucam 10,121) que “donde está Cristo, allí está la vida, allí está el
reino”, el lugar donde viven los elegidos y hallan “su verdadera identidad y su propio nombre” (cf. Ap 2,
17; CIC, 1025).
La biblia también es clara sobre
esa promesa y emplea las mismas acepciones. Llama “cielos
nuevos y tierra nueva” a la renovación misteriosa que trasformará la
humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1); esto como parte
del designio de Dios de “hacer que todo tenga a
Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1,
10; CIC, 1043).
Se trata, pues, de un “universo nuevo”. Dios tendrá su morada entre los
hombres. “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no
habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas” (Ap 21, 4;
cf. 21, 27).
Además, la Iglesia “sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […]
cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la
humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y
que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en
Cristo” (Lumen gentium 48).
“DIOS, EL TRES VECES SANTO”
En cuanto al “Santo”, este himno se entiende con mayor
precisión en el marco del misterio pascual. “Dios,
tres veces Santo, desea la santidad, y guía al hombre hacia ella por caminos
que sólo Él conoce” (Juan Pablo II, domingo 20 de junio de 1982).
La venida de Cristo “es una revelación radical e integral de la santidad de
Dios: ‘Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Deus Sabaoth’. ‘Santo, santo, santo es
el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria”.
“En la Semana Santa
—que, humanamente hablando, está completamente
llena del sufrimiento, de la humillación y del anonadamiento— se encierra la
revelación de la santidad de Dios, culmen de la historia del mundo. “Santo, santo, santo (…). Hosanna en el cielo”. La
razón, explica el papa, es que del fondo de la humillación redentora de Cristo,
el hombre recibe, como don, la fuerza para alcanzar la cumbre de su propio ser
y de su propio destino. En la semana que con razón se llama santa, el Hosanna
en el cielo encuentra la plenitud de su significado. (Juan Pablo II, 31 de
marzo de 1996).
LOS SANTOS LE CANTAN A DIOS
Por su parte, el papa Francisco
nos recuerda la procedencia de este himno y su poderosa trascendencia. Previo
al Ángelus del primero de noviembre de 2018, se preguntó qué hacen los santos
en el cielo: “Cantan juntos y dan gloria a Dios con
alegría”.
Al respecto, sugirió que sería
estupendo poder escucharlos. Y estimó que podemos imaginarlo durante la misa,
justo cuando cantamos: “Santo, santo, santo es el
Señor Dios del universo” y recordó que esta alabanza trinitaria
corresponde a un himno, uno que según la biblia, “procede
del cielo; se canta allí”.
Por lo tanto, “cantando el ‘Santo’, no pensamos solo en los
santos, sino que hacemos lo que hacen ellos. En ese momento, en la misa,
¡estamos unidos a ellos más que nunca!”. Cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo, Santo” hacemos una oración de
alabanza: “Alabamos a Dios por su grandeza, porque
es grande. Y le decimos cosas hermosas, porque a nosotros nos gusta que sea
así”. (Papa Francisco, 28 de enero de 2014)
¿AL CANTAR SÉ ALABAR AL SEÑOR?
Al brindar su explicación, el
papa invitó a reflexionar: “¿Cómo es mi oración de
alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿O cuando rezo el Gloria o el ‘Sanctus’ (Santo)
lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón?”
En este aspecto, el pontífice
recordó que cuando elevamos esta oración al Señor debemos “decir a nuestro corazón: ‘¡Levántate corazón, porque
estás ante el rey de la gloria!”.
Para
vivir la caridad hay que comenzar reconociendo en el otro a alguien digno de
consideración, y ponerse en sus circunstancias. Por: Javier Laínez | Fuente: Almudi/ opusdei
Todos hemos experimentado que, en muchas ocasiones, para asimilar bien lo que
sucede a nuestro alrededor, no basta con que se nos transmitan simplemente unos
datos objetivos. Por ejemplo, si alguien interpreta una pieza musical para unos
amigos, esperará ver cómo los demás pasan un rato agradable al oír la misma
melodía que a él apasiona. En cambio, si los amigos se limitaran a decir que la
ejecución ha sido correcta, pero sin mostrar el menor entusiasmo, entonces
seguramente vendría el desánimo, junto a la sensación de que en realidad no se
posee talento.
Cuántos problemas se evitarían si procuráramos entender mejor lo que
sucede en el interior de los demás, sus expectativas e ideales. «Más que en “dar”, la caridad está en “comprender”»
[1]. Para vivir la caridad hay que comenzar reconociendo en el otro a alguien
digno de consideración, y ponerse en sus circunstancias. Hoy se suele hablar de
empatía para referirse a la cualidad que facilita meterse en el lugar de los
demás, hacerse cargo de su situación y ponderar sus sentimientos. Unida a la caridad, esta actitud contribuye a
fomentar la comunión, la unión de corazones, como escribe san Pedro: «tened
todos el mismo pensar y el mismo sentir» [2].
APRENDER DE CRISTO
Desde el
principio, los discípulos experimentaron la sensibilidad del Señor: su
capacidad de ponerse en el sitio de los demás, su delicada comprensión de lo
que sucedía en el interior del corazón humano, su finura para percibir el dolor
ajeno. Al llegar a Naím, sin que medie palabra, se hace cargo del drama de la
mujer viuda que ha perdido a su hijo único [3]; al escuchar la súplica de Jairo
y el rumor de las plañideras, sabe consolar a uno y apaciguar al resto [4]; es
consciente de las necesidades de quienes le siguen y se preocupa si no tienen
qué comer [5]; llora con el llanto de Marta y María ante la tumba de Lázaro [6]
y se indigna ante la dureza de corazón de los suyos cuando quieren que baje
fuego del cielo para quemar la aldea de los samaritanos que no les han recibido
[7].
Con su vida, Jesús nos enseña a ver a los demás de un modo distinto,
compartiendo sus afectos, acompañándolos en ilusiones y desencantos. Aprendemos
de Él a interesarnos por el estado interior de quienes nos rodean, y con la ayuda de la gracia superamos progresivamente los defectos que
lo impiden, como la distracción, la impulsividad o la frialdad. No hay excusa
para cejar en este empeño. «No pensemos que valdrá
de algo nuestra aparente virtud de santos, si no va unida a las corrientes
virtudes de cristianos. −Esto sería adornarse con espléndidas joyas sobre los
paños menores» [8]. La cercanía con el Corazón del Señor ayudará a
moldear el nuestro de manera que nos llenemos de los sentimientos de Cristo
Jesús.
CARIDAD, AFABILIDAD Y EMPATÍA
«La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en relación al
prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La caridad, infundida por
Dios en el alma, transforma desde dentro la inteligencia y la voluntad:
fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar el bien» [9]. Es hermoso descubrir cómo los apóstoles, al calor de su relación
con el Señor, van apaciguando sus temperamentos, muy variados, que en ocasiones
les han llevado a manifestarse poco compasivos frente a otras personas. Juan,
tan vehemente que con su hermano Santiago mereció el sobrenombre de hijo del
trueno, más tarde se llenará de mansedumbre e insistirá en la necesidad de
abrirse al prójimo, de entregarse a los demás como lo hizo el mismo Cristo: «En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida
por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros
hermanos» [10]. También san Pedro, que antes se había mostrado duro ante los
adversarios de Jesús, se dirige al pueblo en el Templo buscando su conversión,
pero con palabras exentas de cualquier rastro de amargura: «Hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que
vuestros jefes. (…) Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean
borrados vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la
consolación» [11].
Otro
ejemplo nos lo ofrece san Pablo, que tras haber sido un terrible azote para los
cristianos, se convierte y pone al servicio del Evangelio su genio y su genio: su mente clara y su carácter fuerte. En Atenas,
aunque su espíritu bulle de indignación ante la presencia de tantos ídolos,
procura empatizar con sus habitantes. Cuando tiene ocasión de dirigirse a ellos
en el Areópago, en lugar de echarles en cara su paganismo y depravación de
costumbres, apela a su hambre de Dios: «Atenienses,
en todo veo que sois más religiosos que nadie, porque al pasar y contemplar
vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba
escrito: “Al Dios desconocido”. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que
veneráis sin conocer» [12]. En esta actitud que sabe comprender y
motivar se descubren los rasgos sobresalientes de una inteligencia que integra
y modula sus emociones. También se manifiesta la genialidad de una persona que
se hace cargo de la situación de los demás: escoge un aspecto de su
sensibilidad, por más pequeño que parezca, para sintonizar con los oyentes,
captar su interés y llevarlos hacia la verdad plena.
CAMINOS PARA AMAR LA VERDAD
Al tratar
de ayudar a los demás, la caridad y la mansedumbre nos guiarán hacia las
razones del corazón, que suelen abrir las puertas del alma con mayor facilidad
que una argumentación fría o distante. El amor de Dios nos impulsará a
conservar un estilo afable, que muestre lo atractivo que es la vida cristiana: «La verdadera virtud no es triste y antipática, sino
amablemente alegre» [13]. Sabremos descubrir lo positivo de cada
persona, pues amar la verdad implica reconocer las huellas de Dios en los
corazones, por más desfiguradas que parezcan estar.
La
caridad hace que, en el trato con amigos, colegas de trabajo, familiares, el
cristiano se muestre comprensivo con quienes están desorientados, a veces
porque no han tenido la oportunidad de recibir una buena formación en la fe, o
porque no han visto un ejemplo encarnado del auténtico mensaje del Evangelio.
Se mantiene, así, una disposición de empatía también cuando los otros están
equivocados: «No comprendo la violencia: no me
parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la
oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre
con la caridad» [14]. Hemos de decir la verdad con una paciencia
constante −«veritatem facientes in caritate»
[15]−, sabiendo estar al lado de quien quizá está confundido, pero que con un
poco de tiempo se podrá abrir a la acción de la gracia. Esta actitud consiste
muchas veces, como señala el Papa Francisco, en «detener
el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o
renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino.
A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas
abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad» [16].
APOSTOLADO Y COMUNIÓN DE SENTIMIENTOS
Algunos
podrían intentar reducir la empatía a una simple estrategia, como si fuera una
de esas técnicas que proponen un producto al consumidor de tal modo que tiene
la sensación de que eso era justo lo que estaba buscando. Aunque lo anterior
pueda ser válido en ámbito comercial, las relaciones interpersonales siguen
otra lógica. La auténtica empatía implica sinceridad y es incompatible con una
conducta impostada, que esconde los propios intereses.
Esta
sinceridad es fundamental cuando buscamos dar a conocer el Señor a las personas
con las que convivimos. Haciendo propios los sentimientos de quienes Dios ha
puesto a nuestro lado en el camino, tenemos la finura de caridad de alegrarnos
con cada uno de ellos y de sufrir con cada uno también. «¿Quién desfallece sin que yo desfallezca? ¿Quién tiene un tropiezo,
sin que yo me abrase de dolor?» [17] ¡Cuánto
afecto sincero se descubre en esta cariñosa alusión de san Pablo a los
cristianos de Corinto! Es más fácil que la verdad se abra paso a través
de este modo de compartir sentimientos, porque se establece una corriente de
afectos −de afabilidad− que potencia la comunicación. El alma se vuelve así más
receptiva a lo que escucha, especialmente si se trata de un comentario constructivo
que la anima a mejorar en su vida espiritual.
«Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón
que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro
espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que
nos desinstala de la tranquila condición de espectadores» [18]. Cuando la escucha es atenta, nos implicamos en la realidad de los
demás. Buscamos ayudar al otro a discernir cuál es el paso que el Señor le pide
dar en ese momento específico. Es en el momento en que el interlocutor percibe
que su situación, opiniones y sentimientos son respetados −es más, asumidos por
quien le escucha− cuando abre los ojos del alma para contemplar el resplandor
de la verdad, la amabilidad de la virtud.
En
contraste, la indiferencia ante los demás es una grave enfermedad para el alma
apostólica. No cabe ser distantes con quienes nos rodean: «Esas personas, a las que resultas antipático, dejarán de
opinar así, cuando se den cuenta de que “de verdad” les quieres. De ti depende»
[19]. La palabra comprensiva, los detalles de servicio, la conversación
amable, reflejan un interés sincero por el bien de aquellas personas con las
que convivimos. Sabremos hacernos querer, abriendo las puertas de una amistad
que comparte la maravilla del trato con el Señor.
ANIMAR A CAMINAR
Señala el Papa Francisco que «un buen acompañante no consiente los
fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la
camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar
el Evangelio» [20]. Al hacernos cargo de las
debilidades de los demás, sabremos también animar a no ceder al conformismo, a
ampliar sus horizontes para que sigan aspirando a la meta de la santidad.
Al obrar
de este modo, seguiremos el ejemplo de profunda comprensión y amable exigencia
que nos ha dejado Nuestro Señor. Cuando, en la tarde del día de la
Resurrección, camina al lado de los discípulos de Emaús, les pregunta: «¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?»
[21], y deja que se desahoguen, manifestando la desilusión que oprimía sus
corazones y la dificultad que tenían para creer que Jesús había realmente
vuelto a la vida, como atestiguaban las santas mujeres. Solo entonces el Señor
toma la palabra y les explica cómo «era preciso que
el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria» [22].
¿Cómo habría sido la conversación de Jesús, de qué modo habría sabido
responder a las inquietudes de los discípulos de Emaús, que al final le dicen:
«Quédate con nosotros» [23]? Y eso, a pesar de que al inicio
les reprocha su incapacidad de comprender lo que habían anunciado los Profetas [24].
Quizá sería el tono de voz, la mirada cariñosa, lo que haría que estos
personajes se supieran acogidos pero, al mismo tiempo, invitados a cambiar. Con
la gracia del Señor, también nuestro trato reflejará el aprecio por cada
persona, el conocimiento de su mundo interior, que impulsa a caminar en la vida
cristiana.
Notas
[1] San Josemaría, Camino, n. 463.
[2] 1 Pe 3, 8.
[3] Lc 7, 11-17.
[4] Cfr. Lc 8, 40-56; Mt 9, 18-26.
[5] Cfr. Mt 15, 32.
[6] Cfr. Jn 11, 35.
[7] Cfr. Lc 9, 51-56.
[8] Camino, n. 409.
[9] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 71.
[10] Jn 3, 16.
[11] Hch 3, 17. 19-20.
[12] Hch 17, 23.
[13] Camino, n. 657.
[14] San Josemaría, Conversaciones, n. 44.
[15] Ef 4, 15 (Vg).
[16] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium, 24-XI-2013, n. 46.
[17] 2 Cor 11, 29.
[18] Francisco, Evangelii gaudium, n. 171.
[19] San Josemaría, Surco, n. 734.
[20] Francisco, Evangelii gaudium, n. 171.
[21] Lc 24, 17.
[22] Lc 24, 26.
[23] Lc 24, 29.
[24] Cfr. Lc 24, 25.
Un
hombre alado o ángel es el símbolo de su evangelio Por: Alejandro E. Pomar | Fuente: La Biblia on line
"Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que
estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: ´Sígueme´. Él
se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron
muchos publicanos y pecadores y se sentaron a comer con él y sus
discípulos" (Mt. 9, 9).
Así narra Mateo su propia vocación. El episodio, que concluye con una célebre
frase de Jesús "No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores" (Mt. 9, 13) aparece también en los
otros dos sinópticos, pero protagonizado por Leví. Marcos especifica: "Leví, hijo de Alfeo" (cfr. Mc. 2,
14ss); Lucas, por su parte, subraya que la comida era "un
gran banquete" que "Leví ofreció a
Jesús... en su casa" (cfr. Lc 5, 27ss). Leví y Mateo, sin lugar a
dudas, son la misma persona. Su condición de recaudador de impuestos ha sido
recogida en la iconografía del Apóstol. De ella provienen algunos de los
atributos que en ocasiones lo identifican: una bolsa de dinero o un tablero de
contar. Es el patrono de los banqueros, financistas, cambistas, agentes del
fisco...
El trabajo a que se dedicaba al ser llamado por el Señor, y el hecho de haber
tenido a Jesús como invitado a su mesa, son también aludidos en la Liturgia de
su fiesta (que se celebra el 21 de septiembre). Así, en la Oración Colecta, se
señala que Dios, en su "inexpresable misericordia", se dignó "elegir
a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol". En
la Oración Postcomunión se hace referencia al "gozo
salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al
Salvador". En el himno de Laudes, "Præclara
Qua", rezamos: "Oh Mateo, ¡qué riquezas tan grandes te prepara
el Señor, que te llamó cuando estabas (...) apegado a las monedas! / A impulsos
de tu amor ardiente te apresuras a recibir al Maestro (...)".
Tras ese llamado, nada sabemos de Mateo por la Escritura. Sólo vuelve a
aparecer en las listas de los Doce. Es el octavo en la enumeración de los
Hechos de los Apóstoles y en la del mismo Mateo (que cuando se nombra a sí
mismo aclara: "Mateo, el publicano"), y
el séptimo en la lista de Marcos y en la de Lucas.
Según varias fuentes apócrifas, no siempre coincidentes en los detalles,
predicó la Palabra de Dios entre los partos y los persas, pero sobre todo en
Etiopía: allí triunfó sobre dos magos que se hacían adorar como dioses, venció
a los dragones que los acompañaban, y después resucitó a la hija del rey Egipo
(o Hegesipo). Por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina
Ifigenia, que se había hecho cristiana por la predicación del Apóstol, sufrió
el martirio. Fue muerto a filo de espada, según la tradición, cuando oraba
después de misa al pie del altar. Esto le vale otro de sus atributos, la espada
de su martirio, que a veces se transforma en alabarda o en hacha.
Pero el dato principal sobre Mateo es que es el autor del primer Evangelio,
como ya lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis (95-165), citado por Eusebio
en su Historia Eclesiástica: "Mateo ordenó (compuso) las palabras (logia)
del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo) luego como
pudo". En efecto, este Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre
todo a los judíos. La Liturgia aplica a San Mateo, Apóstol y Evangelista, estas
palabras bíblicas: "Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había
dado Yahvé, Dios de Israel. (...) ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él!
(...) Había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahvé, a ponerla en
práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas" (cfr.
Esd. 7, 6-10).
En tanto que Evangelista, de un modo genérico, Mateo es representado con un
libro o un rollo. Pero cada Evangelista tiene un símbolo especial, inspirado en
la visión de "los cuatro seres vivientes" que nos trae el profeta
Ezequiel (Ez. 1, 4ss) y que recoge el Apocalipsis: «El primer Ser Viviente era
semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y
el cuarto era semejante a un águila en pleno vuelo. Cada uno de los cuatro
Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera.
Y repetían sin cesar, día y noche: "Santo, santo, santo es el Señor Dios,
el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá"» (Apoc. 4, 6ss).
A Mateo le corresponde el "rostro humano"
mencionado en tercer lugar por el Apocalipsis -y en primer lugar por
Ezequiel (1, 10)-; por ello, un hombre alado (o ángel) es el símbolo de su
Evangelio. A veces se representa a San Mateo escribiendo, acompañado justamente
por una figura de un hombre alado. San Jerónimo fue quien fijó este simbolismo.
A Mateo le corresponde el hombre por comenzar su evangelio narrando la
genealogía humana de Jesús: "Genealogía de
Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mt. 1, 1).
EL
JEFE DE LOS EXORCISTAS DE MANILA (FILIPINAS) LO RELACIONA CON PRÁCTICAS DE
CURANDERISMO
"Perdí el conocimiento. Sentí un calor. Sentí
que tenía fiebre muy alta. No supe qué pasó después. Lo siguiente que pude
escuchar fueron oraciones pronunciadas por la gente que me rodeaba", dijo
una de las alumnas.
Un extraño suceso está siendo la
comidilla entre los habitantes de Talibon (Filipinas). El pasado 15 de
septiembre, en la Escuela Secundaria Nacional San José (SJNHS), en la
provincia de Bohol, región de Visayas Central, 195 estudiantes
fueron supuestamente "poseídos por espíritus malignos" mientras asistían a la Santa
Misa, aseguró el sacerdote director de la Oficina de Exorcismo de la
Archidiócesis de Manila.
Según testigos, algunos estudiantes convulsionaron,
se desmayaron repentinamente, mientras que otros comenzaron a presentar
dificultades para respirar. La alcaldesa de la localidad pidió a los padres que
se llevaran a sus hijos a casa y muchos otros fueron trasladados al Hospital
Memorial de la ciudad de Talibon, siendo admitidos solo dos.
PRÁCTICAS
LOCALES DE CURANDERISMO
En un primer momento, los vecinos
del pueblo afirmaron que los estudiantes sufrían una "posesión
demoníaca". Según recoge el medio filipino CDN todo
comenzó una semana antes, cuando algunos estudiantes afirmaron haber visto espíritus y
tenido experiencias sobrenaturales en la escuela. "Algunos
de ellos vieron a una persona oscura subida en un árbol dentro de la
escuela", escribe el medio.
El padre José Francisco Syquia,
encargado de los casos de posesiones en la Archidiócesis de Manila, comentó en
una rueda de prensa que posiblemente estos comportamientos fueron causados por "espíritus malignos", desestimando
así las conclusiones de las autoridades civiles que lo calificaron de "histeria colectiva".
195 estudiantes fueron
"poseídos por espíritus malignos", asegura el director de la
Oficina de Exorcismo de la Archidiócesis de Manila (Filipinas).
"Los
estudiantes sufrieron convulsiones mientras participaban en una misa en el
campus de la escuela, lo que obligó a la dirección a suspender las
clases", recoge por su parte UCA News. El exorcista Syquia dijo que los estudiantes
habían acudido a curanderos que los habían hecho vulnerables a
los ataques demoníacos.
"Muchos de
estos niños han abandonado su obediencia a Dios debido a prácticas ocultas,
como acudir a curanderos que les abren el 'tercer ojo'. Tiran
una piedra a un árbol que está infestado de espíritus malignos, y
fácilmente son poseídos", afirmó el sacerdote y exorcista.
El hecho de que sufrieran
convulsiones en misa y tantas personas a la vez es realmente sorprendente. Las
teorías que se manejan están siendo muy diversas. Podría ser un "macro descanso en el Espíritu", algo
común en grupos carismáticos, pero, lo cierto y verdad es que la tercera persona de la Santísima Trinidad no provoca
en ningún caso convulsiones.
Los padres de los alumnos
mostraron sorpresa al ver que sus hijos sufrían este tipo de ataques, sin
presentar antes ninguna enfermedad. "Nuestra
hija nunca tuvo una convulsión en su vida. Salió de la casa después del desayuno en perfectas
condiciones para la misa en el campus", dijo a UCA News Kristel
Angeles, de 32 años, y madre de una alumna.
Ángeles, católica, se sorprendió
al ver a su hija Kiara caer inconsciente y ser cargada por cuatro personas. "Había alguien rezando el Rosario mientras
el resto de los estudiantes tenían convulsiones. Lo único que pude
hacer fue recitar el Ave María y abrazar a mi hija", añadió la
madre filipina.
La joven Kiara dijo que algo "dominó" su cuerpo. "Perdí el conocimiento. Sentí un calor. Sentí que
tenía fiebre muy alta. No supe qué pasó después. Lo siguiente que pude escuchar
fueron oraciones pronunciadas por la gente que me rodeaba", dijo
Kiara. Su madre admitió que
había llevado a su hija varias veces a un curandero de
su comunidad debido a la pobreza.
"Cada vez que
los niños están enfermos, no voy al hospital. Primero consulto a un curandero.
Ir a un hospital está fuera de nuestro presupuesto familiar", confesó la madre.
EL
OBISPO PIDE CAUTELA
El obispo de Talibon, Daniel
Patrick Parcon, dijo que la diócesis esperará a que los exorcistas investiguen
el caso en profundidad. "Todavía
tenemos que investigar la autenticidad del fenómeno. No podemos concluir fácilmente que lo que ocurrió fuera
una histeria colectiva o una posesión. Necesitamos examinar los hechos", dijo
el obispo.
Aunque parezca novedoso este
suceso, no lo es tanto, aunque sí por el número de afectados. La nación de
mayoría católica ha denunciado otras "posesiones
malignas" en los últimos tiempos. En marzo, 13
estudiantes de Barili, Cebú, sufrieron algo similar cuando estaban en clase.
En 2018, algunos estudiantes de séptimo grado en Dalaquete afirmaron que podían
ver "actividades sobrenaturales" en
sus alrededores.
CENTRO
"PARA ALIVIAR A LOS POSEÍDOS"
La Arquidiócesis de Manila
comenzó en 2022 la construcción de un Centro de Exorcismo para poder
aliviar a los "poseídos", lo
que será la primera institución de este tipo en Asia. El nuevo sitio religioso
se denominará Centro de Liberación Espiritual y Exorcismo San Miguel y se
ubicará en el prestigioso barrio de Makati.
"Este centro
va a atender a aquellos que son esclavos del diablo, y se trata de los más pobres de
los pobres, quienes generalmente están desprovistos de
atención", dijo Francisco Syquia, director
de la Oficina de Exorcismo de la Arquidiócesis de Manila (AMOE).
El local albergará la Comisión de
Fenómenos Extraordinarios, la oficina del Ministerio de Exorcismo de la
diócesis y el Ministerio de Visiones y Fenómenos Inusuales. También servirá de sede de la Asociación Filipina de Exorcistas Católicos,
que se subordina a la Conferencia de Sacerdotes Católicos de Filipinas y la
Asociación Internacional de Exorcistas en Italia.
J.C.
¿Cómo
podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro rumbo y cambie nuestras
situaciones cotidianas? Por: Karla Yamilet Montero Gallardo | Fuente:
Semanario Alégrate
En el basto mundo de las supersticiones existe una que, además, se aplica mucho
en nuestro lenguaje; y es que decirla es un semejante de haber arrancado mal (o
bien, porque se adapta) el día cuando ya, desde temprano, nuestra suerte está
marcada por el sencillo hecho de habernos levantado de la cama bajando primero
un pie o el otro.
Si nuestro día va de maravilla y
todo “nos sale bien”, de acuerdo con lo
esperado, entonces seguro nos levantamos con el pie derecho, pero, en el caso
contrario, fue el izquierdo el que primero tocó el piso, sin duda. A esto
obedece la creencia, pero, por supuesto y con todas sus letras: no es verdad. ¿Cómo podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro
rumbo y cambie nuestras situaciones cotidianas? Sencillamente no es
posible.
Pues bien, si creerlo es absurdo
por tratarse de un hecho aislado e imposible, tampoco deberíamos decirlo.
Probablemente esta sea una de las
frases que más se usan como una de esas expresiones ingenuas, inocentes y sin
mala intención, pero, si nace de una creencia que no corresponde a nuestra fe
(y ojalá no perteneciera a la de nadie), es motivo suficiente para erradicarla.
En casos como este podríamos
pensar que sólo se trata de una forma de hablar, simple retórica, pero nuestro
lenguaje comunica todo el tiempo y nuestro testimonio también, así que no
debería estar en el vocabulario de un cristiano.
Y sí, tal vez no sería tan grave,
tal vez sólo es un decir. Pero, si es un decir, mejor que sea bueno.
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