Conoce por qué en la alabanza del "Santo" que se canta en Misa se menciona "los cielos". Por: Carlos Zapata | Fuente: Desde la Fe. Tanto “el cielo” como “los cielos” se utilizan para designar el firmamento (cf Sal 19, 2), aunque también para ...
‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ ‌ 

Click here to read this mailing online.

Your email updates, powered by FeedBlitz

 
Here is a sample subscription for you. Click here to start your FREE subscription


"La columna del hermano José" - 5 new articles

  1. ¿POR QUÉ EN EL "SANTO" DECIMOS "LOS CIELOS" SI SÓLO HAY UN CIELO?
  2. EMPATÍA: SENTIR CON LOS DEMÁS
  3. SAN MATEO
  4. UN CASO EXTRAÑO BAJO INVESTIGACIÓN: CERCA DE 200 NIÑOS SUFREN CONVULSIONES EN UNA MISA DE COLEGIO
  5. LEVANTARSE CON "EL PIE IZQUIERDO"
  6. More Recent Articles

¿POR QUÉ EN EL "SANTO" DECIMOS "LOS CIELOS" SI SÓLO HAY UN CIELO?

Conoce por qué en la alabanza del "Santo" que se canta en Misa se menciona "los cielos".

Por: Carlos Zapata | Fuente: Desde la Fe

Tanto “el cielo” como “los cielos” se utilizan para designar el firmamento (cf Sal 19, 2), aunque también para referirse al “lugar” propio de Dios, y es lo que mencionamos al saludar a “Nuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), según la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, 326).

Así, implica de igual manera el “cielo”, que es la gloria escatológica. Además, el término hace alusión al “lugar” de las criaturas espirituales —los ángeles— que rodean a Dios.

De igual modo, mencionarlo en plural hace referencia a la totalidad y a la plenitud. Por ello, los evangelistas usan indistintamente la mención al Reino de Dios como una frase equivalente al «Reino de los Cielos», pues Dios es “el Creador del cielo y de la tierra”.

Y tal como señala el Símbolo Niceno-Constantinopolitano: Dios es creador “…de todo lo visible y lo invisible”. Pero, hay más. La comunión de vida y amor con la Santísima Trinidad, la Virgen María, los ángeles y los bienaventurados también coincide con la designación de “cielo”. Por ello, es considerado el fin último “y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre”, así como su estado supremo y definitivo de dicha.

“CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA”

Sobre este tema, enseña san Ambrosio (Expositio evangelii secundum Lucam 10,121) que “donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino”, el lugar donde viven los elegidos y hallan “su verdadera identidad y su propio nombre” (cf. Ap 2, 17; CIC, 1025).

La biblia también es clara sobre esa promesa y emplea las mismas acepciones. Llama “cielos nuevos y tierra nueva” a la renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1); esto como parte del designio de Dios de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 10; CIC, 1043).

Se trata, pues, de un “universo nuevo”. Dios tendrá su morada entre los hombres. “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas” (Ap 21, 4; cf. 21, 27).

Además, la Iglesia “sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo” (Lumen gentium 48).

“DIOS, EL TRES VECES SANTO”

En cuanto al “Santo”, este himno se entiende con mayor precisión en el marco del misterio pascual. “Dios, tres veces Santo, desea la santidad, y guía al hombre hacia ella por caminos que sólo Él conoce” (Juan Pablo II, domingo 20 de junio de 1982).

La venida de Cristo “es una revelación radical e integral de la santidad de Dios: ‘Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Deus Sabaoth’. ‘Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria”.

“En la Semana Santa —que, humanamente hablando, está completamente llena del sufrimiento, de la humillación y del anonadamiento— se encierra la revelación de la santidad de Dios, culmen de la historia del mundo. “Santo, santo, santo (…). Hosanna en el cielo”. La razón, explica el papa, es que del fondo de la humillación redentora de Cristo, el hombre recibe, como don, la fuerza para alcanzar la cumbre de su propio ser y de su propio destino. En la semana que con razón se llama santa, el Hosanna en el cielo encuentra la plenitud de su significado. (Juan Pablo II, 31 de marzo de 1996).

LOS SANTOS LE CANTAN A DIOS

Por su parte, el papa Francisco nos recuerda la procedencia de este himno y su poderosa trascendencia. Previo al Ángelus del primero de noviembre de 2018, se preguntó qué hacen los santos en el cielo: “Cantan juntos y dan gloria a Dios con alegría”.

Al respecto, sugirió que sería estupendo poder escucharlos. Y estimó que podemos imaginarlo durante la misa, justo cuando cantamos: “Santo, santo, santo es el Señor Dios del universo” y recordó que esta alabanza trinitaria corresponde a un himno, uno que según la biblia, “procede del cielo; se canta allí”.

Por lo tanto, “cantando el ‘Santo’, no pensamos solo en los santos, sino que hacemos lo que hacen ellos. En ese momento, en la misa, ¡estamos unidos a ellos más que nunca!”. Cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo, Santo” hacemos una oración de alabanza: “Alabamos a Dios por su grandeza, porque es grande. Y le decimos cosas hermosas, porque a nosotros nos gusta que sea así”. (Papa Francisco, 28 de enero de 2014)

¿AL CANTAR SÉ ALABAR AL SEÑOR?

Al brindar su explicación, el papa invitó a reflexionar: “¿Cómo es mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿O cuando rezo el Gloria o el ‘Sanctus’ (Santo) lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón?”

En este aspecto, el pontífice recordó que cuando elevamos esta oración al Señor debemos “decir a nuestro corazón: ‘¡Levántate corazón, porque estás ante el rey de la gloria!”.

 

   

EMPATÍA: SENTIR CON LOS DEMÁS

Para vivir la caridad hay que comenzar reconociendo en el otro a alguien digno de consideración, y ponerse en sus circunstancias.

Por: Javier Laínez | Fuente: Almudi/ opusdei

Todos hemos experimentado que, en muchas ocasiones, para asimilar bien lo que sucede a nuestro alrededor, no basta con que se nos transmitan simplemente unos datos objetivos. Por ejemplo, si alguien interpreta una pieza musical para unos amigos, esperará ver cómo los demás pasan un rato agradable al oír la misma melodía que a él apasiona. En cambio, si los amigos se limitaran a decir que la ejecución ha sido correcta, pero sin mostrar el menor entusiasmo, entonces seguramente vendría el desánimo, junto a la sensación de que en realidad no se posee talento.

Cuántos problemas se evitarían si procuráramos entender mejor lo que sucede en el interior de los demás, sus expectativas e ideales. «Más que en “dar”, la caridad está en “comprender”» [1]. Para vivir la caridad hay que comenzar reconociendo en el otro a alguien digno de consideración, y ponerse en sus circunstancias. Hoy se suele hablar de empatía para referirse a la cualidad que facilita meterse en el lugar de los demás, hacerse cargo de su situación y ponderar sus sentimientos. Unida a la caridad, esta actitud contribuye a fomentar la comunión, la unión de corazones, como escribe san Pedro: «tened todos el mismo pensar y el mismo sentir» [2].

APRENDER DE CRISTO

Desde el principio, los discípulos experimentaron la sensibilidad del Señor: su capacidad de ponerse en el sitio de los demás, su delicada comprensión de lo que sucedía en el interior del corazón humano, su finura para percibir el dolor ajeno. Al llegar a Naím, sin que medie palabra, se hace cargo del drama de la mujer viuda que ha perdido a su hijo único [3]; al escuchar la súplica de Jairo y el rumor de las plañideras, sabe consolar a uno y apaciguar al resto [4]; es consciente de las necesidades de quienes le siguen y se preocupa si no tienen qué comer [5]; llora con el llanto de Marta y María ante la tumba de Lázaro [6] y se indigna ante la dureza de corazón de los suyos cuando quieren que baje fuego del cielo para quemar la aldea de los samaritanos que no les han recibido [7].

Con su vida, Jesús nos enseña a ver a los demás de un modo distinto, compartiendo sus afectos, acompañándolos en ilusiones y desencantos. Aprendemos de Él a interesarnos por el estado interior de quienes nos rodeany con la ayuda de la gracia superamos progresivamente los defectos que lo impiden, como la distracción, la impulsividad o la frialdad. No hay excusa para cejar en este empeño. «No pensemos que valdrá de algo nuestra aparente virtud de santos, si no va unida a las corrientes virtudes de cristianos. −Esto sería adornarse con espléndidas joyas sobre los paños menores» [8]. La cercanía con el Corazón del Señor ayudará a moldear el nuestro de manera que nos llenemos de los sentimientos de Cristo Jesús.

CARIDAD, AFABILIDAD Y EMPATÍA

«La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en relación al prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar el bien» [9]. Es hermoso descubrir cómo los apóstoles, al calor de su relación con el Señor, van apaciguando sus temperamentos, muy variados, que en ocasiones les han llevado a manifestarse poco compasivos frente a otras personas. Juan, tan vehemente que con su hermano Santiago mereció el sobrenombre de hijo del trueno, más tarde se llenará de mansedumbre e insistirá en la necesidad de abrirse al prójimo, de entregarse a los demás como lo hizo el mismo Cristo: «En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos» [10]. También san Pedro, que antes se había mostrado duro ante los adversarios de Jesús, se dirige al pueblo en el Templo buscando su conversión, pero con palabras exentas de cualquier rastro de amargura: «Hermanos, sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. (…) Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación» [11].

Otro ejemplo nos lo ofrece san Pablo, que tras haber sido un terrible azote para los cristianos, se convierte y pone al servicio del Evangelio su genio y su genio: su mente clara y su carácter fuerte. En Atenas, aunque su espíritu bulle de indignación ante la presencia de tantos ídolos, procura empatizar con sus habitantes. Cuando tiene ocasión de dirigirse a ellos en el Areópago, en lugar de echarles en cara su paganismo y depravación de costumbres, apela a su hambre de Dios: «Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, porque al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: “Al Dios desconocido”. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer» [12]. En esta actitud que sabe comprender y motivar se descubren los rasgos sobresalientes de una inteligencia que integra y modula sus emociones. También se manifiesta la genialidad de una persona que se hace cargo de la situación de los demás: escoge un aspecto de su sensibilidad, por más pequeño que parezca, para sintonizar con los oyentes, captar su interés y llevarlos hacia la verdad plena.

CAMINOS PARA AMAR LA VERDAD

Al tratar de ayudar a los demás, la caridad y la mansedumbre nos guiarán hacia las razones del corazón, que suelen abrir las puertas del alma con mayor facilidad que una argumentación fría o distante. El amor de Dios nos impulsará a conservar un estilo afable, que muestre lo atractivo que es la vida cristiana: «La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre» [13]. Sabremos descubrir lo positivo de cada persona, pues amar la verdad implica reconocer las huellas de Dios en los corazones, por más desfiguradas que parezcan estar.

La caridad hace que, en el trato con amigos, colegas de trabajo, familiares, el cristiano se muestre comprensivo con quienes están desorientados, a veces porque no han tenido la oportunidad de recibir una buena formación en la fe, o porque no han visto un ejemplo encarnado del auténtico mensaje del Evangelio. Se mantiene, así, una disposición de empatía también cuando los otros están equivocados: «No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad» [14]. Hemos de decir la verdad con una paciencia constante −«veritatem facientes in caritate» [15]−, sabiendo estar al lado de quien quizá está confundido, pero que con un poco de tiempo se podrá abrir a la acción de la gracia. Esta actitud consiste muchas veces, como señala el Papa Francisco, en «detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad» [16].

APOSTOLADO Y COMUNIÓN DE SENTIMIENTOS

Algunos podrían intentar reducir la empatía a una simple estrategia, como si fuera una de esas técnicas que proponen un producto al consumidor de tal modo que tiene la sensación de que eso era justo lo que estaba buscando. Aunque lo anterior pueda ser válido en ámbito comercial, las relaciones interpersonales siguen otra lógica. La auténtica empatía implica sinceridad y es incompatible con una conducta impostada, que esconde los propios intereses.

Esta sinceridad es fundamental cuando buscamos dar a conocer el Señor a las personas con las que convivimos. Haciendo propios los sentimientos de quienes Dios ha puesto a nuestro lado en el camino, tenemos la finura de caridad de alegrarnos con cada uno de ellos y de sufrir con cada uno también. «¿Quién desfallece sin que yo desfallezca? ¿Quién tiene un tropiezo, sin que yo me abrase de dolor?» [17] ¡Cuánto afecto sincero se descubre en esta cariñosa alusión de san Pablo a los cristianos de Corinto! Es más fácil que la verdad se abra paso a través de este modo de compartir sentimientos, porque se establece una corriente de afectos −de afabilidad− que potencia la comunicación. El alma se vuelve así más receptiva a lo que escucha, especialmente si se trata de un comentario constructivo que la anima a mejorar en su vida espiritual.

«Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores» [18]. Cuando la escucha es atenta, nos implicamos en la realidad de los demás. Buscamos ayudar al otro a discernir cuál es el paso que el Señor le pide dar en ese momento específico. Es en el momento en que el interlocutor percibe que su situación, opiniones y sentimientos son respetados −es más, asumidos por quien le escucha− cuando abre los ojos del alma para contemplar el resplandor de la verdad, la amabilidad de la virtud.

En contraste, la indiferencia ante los demás es una grave enfermedad para el alma apostólica. No cabe ser distantes con quienes nos rodean: «Esas personas, a las que resultas antipático, dejarán de opinar así, cuando se den cuenta de que “de verdad” les quieres. De ti depende» [19]. La palabra comprensiva, los detalles de servicio, la conversación amable, reflejan un interés sincero por el bien de aquellas personas con las que convivimos. Sabremos hacernos querer, abriendo las puertas de una amistad que comparte la maravilla del trato con el Señor.

ANIMAR A CAMINAR

Señala el Papa Francisco que «un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio» [20]. Al hacernos cargo de las debilidades de los demás, sabremos también animar a no ceder al conformismo, a ampliar sus horizontes para que sigan aspirando a la meta de la santidad.

Al obrar de este modo, seguiremos el ejemplo de profunda comprensión y amable exigencia que nos ha dejado Nuestro Señor. Cuando, en la tarde del día de la Resurrección, camina al lado de los discípulos de Emaús, les pregunta: «¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?» [21], y deja que se desahoguen, manifestando la desilusión que oprimía sus corazones y la dificultad que tenían para creer que Jesús había realmente vuelto a la vida, como atestiguaban las santas mujeres. Solo entonces el Señor toma la palabra y les explica cómo «era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria» [22].

¿Cómo habría sido la conversación de Jesús, de qué modo habría sabido responder a las inquietudes de los discípulos de Emaús, que al final le dicen: «Quédate con nosotros» [23]? Y eso, a pesar de que al inicio les reprocha su incapacidad de comprender lo que habían anunciado los Profetas [24]. Quizá sería el tono de voz, la mirada cariñosa, lo que haría que estos personajes se supieran acogidos pero, al mismo tiempo, invitados a cambiar. Con la gracia del Señor, también nuestro trato reflejará el aprecio por cada persona, el conocimiento de su mundo interior, que impulsa a caminar en la vida cristiana.

 

Notas

[1] San Josemaría, Camino, n. 463.

[2] 1 Pe 3, 8.

[3] Lc 7, 11-17.

[4] Cfr. Lc 8, 40-56; Mt 9, 18-26.

[5] Cfr. Mt 15, 32.

[6] Cfr. Jn 11, 35.

[7] Cfr. Lc 9, 51-56.

[8] Camino, n. 409.

[9] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 71.

[10] Jn 3, 16.

[11] Hch 3, 17. 19-20.

[12] Hch 17, 23.

[13] Camino, n. 657.

[14] San Josemaría, Conversaciones, n. 44.

[15] Ef 4, 15 (Vg).

[16] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium, 24-XI-2013, n. 46.

[17] 2 Cor 11, 29.

[18] Francisco, Evangelii gaudium, n. 171.

[19] San Josemaría, Surco, n. 734.

[20] Francisco, Evangelii gaudium, n. 171.

[21] Lc 24, 17.

[22] Lc 24, 26.

[23] Lc 24, 29.

[24] Cfr. Lc 24, 25.

   

SAN MATEO

Un hombre alado o ángel es el símbolo de su evangelio

Por: Alejandro E. Pomar | Fuente: La Biblia on line

"Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: ´Sígueme´. Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores y se sentaron a comer con él y sus discípulos" (Mt. 9, 9).

Así narra Mateo su propia vocación. El episodio, que concluye con una célebre frase de Jesús "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt. 9, 13) aparece también en los otros dos sinópticos, pero protagonizado por Leví. Marcos especifica: "Leví, hijo de Alfeo" (cfr. Mc. 2, 14ss); Lucas, por su parte, subraya que la comida era "un gran banquete" que "Leví ofreció a Jesús... en su casa" (cfr. Lc 5, 27ss). Leví y Mateo, sin lugar a dudas, son la misma persona. Su condición de recaudador de impuestos ha sido recogida en la iconografía del Apóstol. De ella provienen algunos de los atributos que en ocasiones lo identifican: una bolsa de dinero o un tablero de contar. Es el patrono de los banqueros, financistas, cambistas, agentes del fisco...

El trabajo a que se dedicaba al ser llamado por el Señor, y el hecho de haber tenido a Jesús como invitado a su mesa, son también aludidos en la Liturgia de su fiesta (que se celebra el 21 de septiembre). Así, en la Oración Colecta, se señala que Dios, en su "inexpresable misericordia", se dignó "elegir a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol". En la Oración Postcomunión se hace referencia al "gozo salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al Salvador". En el himno de Laudes, "Præclara Qua", rezamos: "Oh Mateo, ¡qué riquezas tan grandes te prepara el Señor, que te llamó cuando estabas (...) apegado a las monedas! / A impulsos de tu amor ardiente te apresuras a recibir al Maestro (...)".

Tras ese llamado, nada sabemos de Mateo por la Escritura. Sólo vuelve a aparecer en las listas de los Doce. Es el octavo en la enumeración de los Hechos de los Apóstoles y en la del mismo Mateo (que cuando se nombra a sí mismo aclara: "Mateo, el publicano"), y el séptimo en la lista de Marcos y en la de Lucas.

Según varias fuentes apócrifas, no siempre coincidentes en los detalles, predicó la Palabra de Dios entre los partos y los persas, pero sobre todo en Etiopía: allí triunfó sobre dos magos que se hacían adorar como dioses, venció a los dragones que los acompañaban, y después resucitó a la hija del rey Egipo (o Hegesipo). Por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, que se había hecho cristiana por la predicación del Apóstol, sufrió el martirio. Fue muerto a filo de espada, según la tradición, cuando oraba después de misa al pie del altar. Esto le vale otro de sus atributos, la espada de su martirio, que a veces se transforma en alabarda o en hacha.

Pero el dato principal sobre Mateo es que es el autor del primer Evangelio, como ya lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis (95-165), citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica: "Mateo ordenó (compuso) las palabras (logia) del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo) luego como pudo". En efecto, este Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre todo a los judíos. La Liturgia aplica a San Mateo, Apóstol y Evangelista, estas palabras bíblicas: "Era un escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahvé, Dios de Israel. (...) ¡La mano bondadosa de su Dios estaba con él! (...) Había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahvé, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas"
(cfr. Esd. 7, 6-10).

En tanto que Evangelista, de un modo genérico, Mateo es representado con un libro o un rollo. Pero cada Evangelista tiene un símbolo especial, inspirado en la visión de "los cuatro seres vivientes" que nos trae el profeta Ezequiel (Ez. 1, 4ss) y que recoge el Apocalipsis: «El primer Ser Viviente era semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro humano; y el cuarto era semejante a un águila en pleno vuelo. Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tenía seis alas y estaba lleno de ojos por dentro y por fuera. Y repetían sin cesar, día y noche: "Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá"» (Apoc. 4, 6ss).

A Mateo le corresponde el "rostro humano" mencionado en tercer lugar por el Apocalipsis -y en primer lugar por Ezequiel (1, 10)-; por ello, un hombre alado (o ángel) es el símbolo de su Evangelio. A veces se representa a San Mateo escribiendo, acompañado justamente por una figura de un hombre alado. San Jerónimo fue quien fijó este simbolismo. A Mateo le corresponde el hombre por comenzar su evangelio narrando la genealogía humana de Jesús: "Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mt. 1, 1).

   

UN CASO EXTRAÑO BAJO INVESTIGACIÓN: CERCA DE 200 NIÑOS SUFREN CONVULSIONES EN UNA MISA DE COLEGIO

 EL JEFE DE LOS EXORCISTAS DE MANILA (FILIPINAS) LO RELACIONA CON PRÁCTICAS DE CURANDERISMO

"Perdí el conocimiento. Sentí un calor. Sentí que tenía fiebre muy alta. No supe qué pasó después. Lo siguiente que pude escuchar fueron oraciones pronunciadas por la gente que me rodeaba", dijo una de las alumnas.

Un extraño suceso está siendo la comidilla entre los habitantes de Talibon (Filipinas). El pasado 15 de septiembre, en la Escuela Secundaria Nacional San José (SJNHS), en la provincia de Bohol, región de Visayas Central, 195 estudiantes fueron supuestamente "poseídos por espíritus malignos" mientras asistían a la Santa Misa, aseguró el sacerdote director de la Oficina de Exorcismo de la Archidiócesis de Manila.

Según testigos, algunos estudiantes convulsionaron, se desmayaron repentinamente, mientras que otros comenzaron a presentar dificultades para respirar. La alcaldesa de la localidad pidió a los padres que se llevaran a sus hijos a casa y muchos otros fueron trasladados al Hospital Memorial de la ciudad de Talibon, siendo admitidos solo dos.

PRÁCTICAS LOCALES DE CURANDERISMO

En un primer momento, los vecinos del pueblo afirmaron que los estudiantes sufrían una "posesión demoníaca". Según recoge el medio filipino CDN todo comenzó una semana antes, cuando algunos estudiantes afirmaron haber visto espíritus y tenido experiencias sobrenaturales en la escuela. "Algunos de ellos vieron a una persona oscura subida en un árbol dentro de la escuela", escribe el medio. 

El padre José Francisco Syquia, encargado de los casos de posesiones en la Archidiócesis de Manila, comentó en una rueda de prensa que posiblemente estos comportamientos fueron causados por "espíritus malignos", desestimando así las conclusiones de las autoridades civiles que lo calificaron de "histeria colectiva".

195 estudiantes fueron "poseídos por espíritus malignos", asegura el director de la Oficina de Exorcismo de la Archidiócesis de Manila (Filipinas).

"Los estudiantes sufrieron convulsiones mientras participaban en una misa en el campus de la escuela, lo que obligó a la dirección a suspender las clases", recoge por su parte UCA News. El exorcista Syquia dijo que los estudiantes habían acudido a curanderos que los habían hecho vulnerables a los ataques demoníacos.

"Muchos de estos niños han abandonado su obediencia a Dios debido a prácticas ocultas, como acudir a curanderos que les abren el 'tercer ojo'. Tiran una piedra a un árbol que está infestado de espíritus malignos, y fácilmente son poseídos", afirmó el sacerdote y exorcista.

El hecho de que sufrieran convulsiones en misa y tantas personas a la vez es realmente sorprendente. Las teorías que se manejan están siendo muy diversas. Podría ser un "macro descanso en el Espíritu", algo común en grupos carismáticos, pero, lo cierto y verdad es que la tercera persona de la Santísima Trinidad no provoca en ningún caso convulsiones

Los padres de los alumnos mostraron sorpresa al ver que sus hijos sufrían este tipo de ataques, sin presentar antes ninguna enfermedad. "Nuestra hija nunca tuvo una convulsión en su vida. Salió de la casa después del desayuno en perfectas condiciones para la misa en el campus", dijo a UCA News Kristel Angeles, de 32 años, y madre de una alumna.

Ángeles, católica, se sorprendió al ver a su hija Kiara caer inconsciente y ser cargada por cuatro personas. "Había alguien rezando el Rosario mientras el resto de los estudiantes tenían convulsiones. Lo único que pude hacer fue recitar el Ave María y abrazar a mi hija", añadió la madre filipina.

La joven Kiara dijo que algo "dominó" su cuerpo. "Perdí el conocimiento. Sentí un calor. Sentí que tenía fiebre muy alta. No supe qué pasó después. Lo siguiente que pude escuchar fueron oraciones pronunciadas por la gente que me rodeaba", dijo Kiara. Su madre admitió que había llevado a su hija varias veces a un curandero de su comunidad debido a la pobreza.

"Cada vez que los niños están enfermos, no voy al hospital. Primero consulto a un curandero. Ir a un hospital está fuera de nuestro presupuesto familiar", confesó la madre.

EL OBISPO PIDE CAUTELA 

El obispo de Talibon, Daniel Patrick Parcon, dijo que la diócesis esperará a que los exorcistas investiguen el caso en profundidad. "Todavía tenemos que investigar la autenticidad del fenómeno. No podemos concluir fácilmente que lo que ocurrió fuera una histeria colectiva o una posesión. Necesitamos examinar los hechos", dijo el obispo.

Aunque parezca novedoso este suceso, no lo es tanto, aunque sí por el número de afectados. La nación de mayoría católica ha denunciado otras "posesiones malignas" en los últimos tiempos. En marzo, 13 estudiantes de Barili, Cebú, sufrieron algo similar cuando estaban en clase. En 2018, algunos estudiantes de séptimo grado en Dalaquete afirmaron que podían ver "actividades sobrenaturales" en sus alrededores.

CENTRO "PARA ALIVIAR A LOS POSEÍDOS" 

La Arquidiócesis de Manila comenzó en 2022 la construcción de un Centro de Exorcismo para poder aliviar a los "poseídos", lo que será la primera institución de este tipo en Asia. El nuevo sitio religioso se denominará Centro de Liberación Espiritual y Exorcismo San Miguel y se ubicará en el prestigioso barrio de Makati.

"Este centro va a atender a aquellos que son esclavos del diablo, y se trata de los más pobres de los pobres, quienes generalmente están desprovistos de atención", dijo Francisco Syquia, director de la Oficina de Exorcismo de la Arquidiócesis de Manila (AMOE).

El local albergará la Comisión de Fenómenos Extraordinarios, la oficina del Ministerio de Exorcismo de la diócesis y el Ministerio de Visiones y Fenómenos Inusuales. También servirá de sede de la Asociación Filipina de Exorcistas Católicos, que se subordina a la Conferencia de Sacerdotes Católicos de Filipinas y la Asociación Internacional de Exorcistas en Italia. 

J.C.

   

LEVANTARSE CON "EL PIE IZQUIERDO"

¿Cómo podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro rumbo y cambie nuestras situaciones cotidianas?

Por: Karla Yamilet Montero Gallardo | Fuente: Semanario Alégrate

En el basto mundo de las supersticiones existe una que, además, se aplica mucho en nuestro lenguaje; y es que decirla es un semejante de haber arrancado mal (o bien, porque se adapta) el día cuando ya, desde temprano, nuestra suerte está marcada por el sencillo hecho de habernos levantado de la cama bajando primero un pie o el otro.

Si nuestro día va de maravilla y todo “nos sale bien”, de acuerdo con lo esperado, entonces seguro nos levantamos con el pie derecho, pero, en el caso contrario, fue el izquierdo el que primero tocó el piso, sin duda. A esto obedece la creencia, pero, por supuesto y con todas sus letras: no es verdad. ¿Cómo podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro rumbo y cambie nuestras situaciones cotidianas? Sencillamente no es posible.

Pues bien, si creerlo es absurdo por tratarse de un hecho aislado e imposible, tampoco deberíamos decirlo.

Probablemente esta sea una de las frases que más se usan como una de esas expresiones ingenuas, inocentes y sin mala intención, pero, si nace de una creencia que no corresponde a nuestra fe (y ojalá no perteneciera a la de nadie), es motivo suficiente para erradicarla.

En casos como este podríamos pensar que sólo se trata de una forma de hablar, simple retórica, pero nuestro lenguaje comunica todo el tiempo y nuestro testimonio también, así que no debería estar en el vocabulario de un cristiano.

Y sí, tal vez no sería tan grave, tal vez sólo es un decir. Pero, si es un decir, mejor que sea bueno.

   

More Recent Articles


You Might Like