Ayer publiqué está nota en Panamá Revista. Y me agarró nostalgia de la época en que escribía en el blog y lo mejor de todo era el debate que se armaba entre todos y todas. Así solo me resta decir que "como van a decir que me fui si siempre estoy volviendo".
Ahora los leo a ustedes.
Una de las tres o cuatro cosas en las que parece que todas las voces
del ágora público se están poniendo de acuerdo es en que hay que cambiar
“los planes” por trabajo “genuino”. Pero no todos estamos de acuerdo
con esa idea. O por lo menos, yo no estoy de acuerdo. Más precisamente:
no estoy de acuerdo con el término “trabajo genuino” y menos, con que
ese unicornio azul ocupe el lugar que hoy ocupan “los planes”.
Vivimos en un mundo capitalista y en un país capitalista. En el
capitalismo, contrario a lo que pensaba el otro gran Charly, las cosas
valen por lo que la gente cree que valen, teoría del valor subjetivo, y no por el trabajo social necesario para que las cosas sean producidas, teoría del valor trabajo.
Esta precisión teórica es muy importante sobre todo porque contradice
una de las máximas más queridas de nuestro saber popular: “el trabajo
dignifica”. No, lo que dignifica es el saldo de nuestra cuenta sueldo
del 1 al 5. Y cuanto más ceros tenga la cifra que ingresa esa semana más
“dignificante” es.
Jan Tinbergen fue el primer economista en obtener el premio nobel de
Economía. Entre otras cosas escribió un paper muy influyente sobre los
principios de la política económica que rezaba que la regla de oro era
mantener la correspondencia entre objetivos e instrumentos. En estos
tiempos de admiración permanente por los modelos escandinavos, vale la
pena recordar que Tinbergen era sueco…
El INDEC nos recordó hace pocos días que la pobreza en Argentina
sigue por encima del 40%. Los “planes” fueron la respuesta duhaldista al
fogonazo empobrecedor del estallido del 2001. Pero donde hubo fuego
cenizas quedan. El fuego se apagó, pero la pobreza nunca volvió a tener
registros ochentosos. Ese fue el verdadero cambio estructural menemista.
Si el 40% de los argentinos es pobre quiere decir que el trabajo que
hace o está en condiciones de hacer ese grupo de argentinos no es lo
suficientemente valorado por el resto de los argentinos para que en el
mercado tengan una retribución que les permita no ser pobres, es decir,
un ingreso superior a la canasta básica total que mide el INDEC. En
otras palabras, según lo que se escucha hoy en los medios, el trabajo
que hacen o que pueden hacer el 40% de los argentinos no es “genuino”.
Tinbergen le diría al sociólogo amigo de Mario de Palermo,
el objetivo es crear trabajo,¿o eliminar la pobreza? Si el problema es,
como dijo estas semanas en la radio el referente del Polo Obrero Eduardo
Belliboni (“los planes quedaron muy atrasados”); la solución no es
transformar los “planes” en “trabajo genuino” sino aumentar el monto que
recibe cada beneficiario al nivel de la Canasta Básica Total.
¿Quién tiene el “genuinómetro”?, ¿qué trabajo es genuino y qué
trabajo no lo es? ¿El empleo privado es genuino y el empleo público no
lo es? Si el único empleo genuino es el empleo privado, estamos fritos,
porque hace diez años que la Argentina no crea empleo privado de manera
constante y a tasas cada vez mayores. Si la pobreza es la consecuencia
de la falta de empleo privado de calidad, plantear como solución
revertir la causa del problema suena lógico, pero no es realizable en la
urgencia actual. ¿Qué hacemos con los médicos, los enfermeros, los
maestros y los policías?
Los economistas sabemos que la regla capitalista de la teoría del
valor no rige para ciertos empleos públicos. ¿Cuánto valora una familia
el trabajo de los enfermeros y los médicos que evitaron que el Covid los
dejara sin padres o abuelos? Los economistas sabemos que el valor de
los trabajos públicos y sus valoraciones responden a otros criterios.
Por lo tanto, nos diría Tinbergen, si hay argentinos que no tienen
trabajo y solo tienen changas, y el objetivo es que no sean pobres, lo
lógico es que cobren un subsidio, un salario universal, un plan, un
ingreso universal equivalente a la CBT, no importan los nombres, solo
importan que esas familias salgan de la pobreza.
Francisco lo acaba de decir el sábado pasado en un videomensaje,
pidió que se implemente “un ingreso básico, el IBU, o salario universal
para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales
bienes de la vida”.
Tener políticas activas que generen empleos formales y de calidad es
otro objetivo y por lo tanto requiere de otros instrumentos. Y sobre
todo requiere de otros plazos.
Plantear como respuesta a la emergencia de la pobreza una política
que sólo rinde frutos a largo plazo es condenarse al descenso. Estamos
como esos equipos que terminaron mal con el promedio y contratan un
técnico que les promete un plan a largo plazo. Descenso asegurado. Para
salvarnos del descenso necesitamos políticas “Caruso Lombardi” y no
políticas “José Pekerman”.
La creación de empleo privado formal y de calidad es el objetivo
central de la política económica, planteárselo también como objetivo de
corto plazo de la política social, contradice una vez al laureado
economista sueco, si queremos ser suecos, copiemos sus buenas ideas.